Cualquier persona que haya ocupado un puesto de responsabilidad sabe que las faltas de un funcionario no solo se generan por acción. También le incumbe aquello que se genere por su omisión.
La omisión se traduce en el no actuar ni asumir responsabilidad por acciones, de personas a su cargo, por arbitrariedades o injusticias, permitiendo que se vulneren los derechos de terceros y que se infrinja daño y perjuicio. En cualquier situación de liderazgo se espera, de quien lo ejerce, equilibrio y justicia.
Entre el 11 de enero del 2020 y el 7 de enero del 2021 operó una Comisión Especial de Prevención del Hostigamiento Sexual en la PUCP. Durante ese año, fuimos procesados muchos profesores y alumnos por esta comisión que no incluía al defensor universitario, el llamado a vigilar estos procesos. En el caso que me ocupó, no se realizaron las investigaciones para descartar alegaciones absurdas y sin ninguna prueba, como, por ejemplo, que por el poder que supuestamente ejerzo impedí a una alumna que ingresara a la Universidad de Stanford, con la que nunca he tenido ningún vínculo laboral, o que se mostraban imágenes eróticas en clases, cuando eran fotografías de escenas etnográficas recogidas por Heinrich Bruning en 1887. Estas pruebas fueron tomadas por la citada comisión como indicios de hostigamiento sexual. No investigaron, no consideraron ninguno de los testimonios que presenté ni verificaron las pruebas sobre lo contrario que se denunciaba. Para las integrantes de la comisión, el mero dicho de la denunciante bastaba.
En mi caso, no se le dio la más mínima atención al debido proceso. Una comisión de la verdad debería investigar cada uno de los procesos que se llevaron a cabo sin que las autoridades de la PUCP, incluyendo al defensor universitario, hicieran algo al respecto estando debidamente enterados de estos abusos.
La violencia sexual y el abuso existen y deben ser combatidos, no hacerlo resulta inaceptable; pero abusar del poder para no investigar y llegar a la verdad es también inaceptable. Además, desvirtúa el verdadero propósito por el que se actúa. Infringir acusaciones sin fundamento debilita la acción de defensa de las víctimas mismas. Las víctimas son aquellas que han sufrido una agresión sexual u hostigamiento y también lo son aquellas que han sido acusadas injustamente.
Profesores y alumnos de la PUCP parecen haber sido víctimas de omisiones, acusados sin pruebas y con procesos que han violado sus derechos. Sancionados en el tribunal de las redes sociales sin que las autoridades que fueron elegidas para ejercer el equilibrio y balance hagan algo al respecto. Esto ocasionó que se perdieran trabajos, honras y reputaciones, liquidando una vida de esfuerzos y frustrando logros que pudieron haber conseguido.
Hemos abandonado la búsqueda de la verdad y nos hemos entregado al ‘bullying’ y a la desinformación que se ejerce irresponsablemente en las redes sin que aquellos que son mencionados puedan hacer algo para defenderse. El que grita más fuerte gana. Propongo que gane la búsqueda de la verdad y la justicia.
*En respuesta al artículo “El silencio es la estrategia” de Marlene Molero