No es frecuente que una investigación del Congreso pueda levantarnos el ánimo. Pero la investigación del Senado brasileño sobre la gestión gubernamental de la pandemia, que comenzó el 27 de abril, hace precisamente eso.
Mientras la pandemia continúa arrasando el país, cobrando alrededor de 2.000 vidas al día, la investigación ofrece la oportunidad de pedir cuentas al gobierno de Jair Bolsonaro.
Hasta ahora, hemos recibido los testimonios de tres exministros de Salud, del jefe del regulador federal de salud de Brasil, el exministro de Relaciones Exteriores, el exdirector de comunicaciones y el gerente regional de la empresa farmacéutica Pfizer.
El resultado de sus relatos es obvio: el presidente Bolsonaro aparentemente tenía la intención de llevar al país a la inmunidad colectiva por infección natural, independientemente de las consecuencias. Eso significa, asumiendo una tasa de mortalidad de alrededor del 1%, y tomando el 70% de infección como un umbral tentativo para la inmunidad colectiva, que Bolsonaro planeó al menos 1,4 millones de muertes en Brasil. Después de todo, el presidente parecía hacer todo lo posible para facilitar la propagación del virus. El distanciamiento social, dijo, era para “idiotas”. Las mascarillas eran “ficción”. Y las vacunas pueden convertirlo en un cocodrilo.
Luego estaba el fármaco antipalúdico hidroxicloroquina, que Bolsonaro promovió como un tratamiento y una cura para el COVID-19, a pesar de toda la evidencia científica y el consejo expreso de dos exministros de Salud.
Se pone peor. Según Fabio Wajngarten, exjefe de comunicación del Gobierno brasileño, y Carlos Murillo, gerente regional de Pfizer, la compañía farmacéutica ofreció repetidamente vender su vacuna contra el COVID-19 al gobierno entre agosto y noviembre del año pasado, pero no obtuvo ninguna respuesta.
En cambio, después de rechazar otras tres ofertas, el gobierno finalmente firmó un contrato en marzo, siete meses después de la primera oferta. El primer millón de dosis llegó a finales de abril. El lanzamiento, como resultado de la negligencia del gobierno en la obtención de las vacunas, se ha detenido, lo que ha provocado retrasos en la producción.
Parece cada vez más claro que la inmunidad colectiva, a través de la obstrucción, la desinformación y la negligencia, fue siempre el objetivo. En Manaos, donde el 76% de la población había sido infectada en octubre, el resultado no fue la inmunidad colectiva: fue una nueva variante.
La investigación, lenta y constantemente, está desvelando una trama clásica de supervillanos, a la vez nefasta y absurda, mortal y espantosa. Si el villano se encuentra con su merecido es otra historia.
–Glosado y editado–
© The New York Times