A nadie le gustan las agujas. De todas las barreras para la vacunación, el miedo a las agujas puede parecer trivial, pero muchos adultos no se vacunarán por esta razón.
Aproximadamente uno de cada cuatro adultos tiene cierto miedo a las agujas, y pueden encontrar sus temores demasiado vergonzosos como para compartirlos. Este es un problema de salud pública, porque la investigación muestra que alrededor de uno de cada 10 adultos tiene tanto miedo que retrasarán o evitarán vacunarse.
El miedo puede adaptarse en una situación peligrosa, como reaccionar al ver un oso en el bosque, o puede ser desproporcionado. El miedo a las agujas también existe en un espectro, con personas que están nerviosas por estas en un lado y personas con niveles extremos de fobia por el otro. Esto último ocurre con el 3,2% o hasta el 4,5% de personas.
Todo esto puede afectar los programas de vacunación. Algunas personas pueden evitar vacunarse por completo, y otras pueden soportarlo bajo una inmensa angustia, lo que las pone en riesgo de respuestas relacionadas con el estrés, como sentirse mareado o desmayarse. Experimentar una respuesta así puede empeorar el miedo, tanto entre las personas que se vacunan como entre las personas que ven o escuchan sobre lo ocurrido. También se puede culpar falsamente a la vacuna de una reacción, lo que puede descarrilar los programas de vacunación.
Los adultos no deben sentirse avergonzados si le temen a las agujas y deben saber que es común. Los profesionales de la salud y los organizadores de los centros de vacunación deben ser conscientes de estos temores y adoptar métodos para aliviarlos.
Estrategias como organizar el flujo clínico unidireccional con opciones de privacidad ayudan a evitar largas filas y que las personas sean inyectadas “a la vista”. Asimismo, las personas que trabajan para promover las vacunas deben tener en cuenta los temores y considerar imágenes positivas que no muestren las agujas en sí.
También existen estrategias para que las personas ayuden a aliviar sus propios miedos que los médicos pueden enseñar y apoyar. Las personas con miedo bajo o moderado a las agujas pueden usar el sistema ‘reconfortar, preguntar, relajar y distraer’ (o CARD, por sus siglas en inglés), respaldado por investigaciones. Este método ayuda a las personas a desarrollar un plan de afrontamiento antes, durante y después del proceso.
Las personas que tienen antecedentes de desmayos o mareos alrededor de las agujas también pueden practicar una técnica simple llamada tensión muscular. Sentirse mareado ocurre cuando la presión arterial ha bajado y la tensión muscular actúa manteniendo alta la presión arterial. Para hacer esto, los médicos deben recomendar que las personas realicen ciclos repetidos de tensión de los músculos de las piernas y el estómago.
Las personas en el extremo superior del espectro del miedo a las agujas probablemente necesitarán otro enfoque para controlarlo. Primero, en lugar de vacunarse cuando están extremadamente asustadas, se recomienda la terapia basada en la exposición. Se trata de afrontar el miedo de forma segura, voluntaria y lenta. Con la práctica, las personas aprenden que su ansiedad puede disminuir, que es manejable y que lo que más temen no sucederá.
Las campañas de vacunación deben abordar de frente los temores de los adultos a las agujas. Cada vacuna cuenta.
–Glosado y editado–
The New York Times ©