Veamos el lado político de Miguel Grau. Su actuación en este campo es casi desconocida y es tan excepcional como su desempeño al mando del Huáscar en la Guerra del Pacífico. Al tiempo de conmemorar hoy un aniversario más de su gesta heroica en el Combate de Angamos, descubriremos que nuestro héroe está más vigente que nunca a través del manifiesto que escribió hace 149 años.
Grau participó en política como diputado por Paita entre 1876 y 1879, luego de haber intervenido en varios acontecimientos políticos del país. Mencionaremos cuatro de ellos tomando en cuenta la obra del ilustre historiador Teodoro Hampe Martínez, “Miguel Grau: protagonista político”.
El primer acontecimiento se produjo a partir del 6 de noviembre de 1856, fecha en la que Grau y el capitán de corbeta Lizardo Montero se apoderaron de la fragata Apurímac en Arica, acompañando así a la insurgencia antiliberal liderada por el general Manuel Ignacio de Vivanco. Esta triunfó finalmente y, en consecuencia, dio origen a la Constitución de 1860, la de mayor duración de nuestra historia republicana.
El segundo acontecimiento surgió como consecuencia del perjudicial Tratado de Vivanco-Pareja del 27 de enero de 1865. En este, los españoles le imponían al Perú condiciones inaceptables para la república. Grau se plegó al movimiento nacionalista y puso al servicio de la causa el buque Unión, que él comandaba. Así, nuevamente junto a Lizardo Montero, defendió la soberanía del Perú consagrada en la Constitución. El conflicto con España concluiría posteriormente con el combate naval del 2 de mayo de 1866, tras el que se produjo la huida de los españoles.
El tercer acontecimiento ocurrió en 1866 y fue conocido como “el incidente Tucker”. El Gobierno de Prado había decidido contratar al marino norteamericano John Randolph Tucker para que comandara las fuerzas aliadas del Pacífico a fin de atacar Filipinas, uno de los últimos dominios del imperio español. Grau y otros jefes de la Armada consideraron una ofensa ser liderados por un extranjero para defender una causa nacional. Finalmente, la pretensión del gobierno de Prado fracasó y la expedición marítima jamás se llevó a cabo.
Pero el acontecimiento más trascendente de todos se registra con la llegada al poder de Pardo, que trató de ser impedida por el golpe militar del 2 de julio de 1872 y que perpetraron los coroneles Gutiérrez. De manera decidida, Grau y 44 oficiales de la Armada rechazaron el golpe y, al mando del Huáscar, lanzó un manifiesto que dirigió desde la rada Islay a las autoridades políticas del sur.
En resumen, en aquel manifiesto contra los coroneles Gutiérrez, Grau expresaba la urgencia de salvar a la República del abismo en que la había colocado la ambición de cuatro soldados sin prestigio que han osado a poner su planta sobre la frente de nuestra desgraciada patria para humillarla y sacrificarla al logro de sus innobles pretensiones.
¿No le parece a usted, amable lector, que el manifiesto de Grau está plenamente vigente hoy?, ¿no cree que debemos salvar a la república del abismo en que lo han colocado unos políticos sin prestigio?, ¿no es evidente que amenazan a nuestra patria para lograr sus innobles pretensiones? Si así lo cree, usted compartirá conmigo la convicción de que el manifiesto de Grau es también un llamado a los peruanos del siglo XXI para defender con firmeza la democracia. Pues, ¡hagámoslo!
La parte final del manifiesto, fechado el 26 de julio de 1872, merece ser citada textualmente: “La Marina Nacional […] enarbolando el estandarte de la ley ha protestado en masa de tan inaudito y escandaloso crimen, no reconociendo otro Caudillo que la Constitución”.
Así, con sus firmes acciones en defensa de la democracia y su valiente manifiesto, nuestro máximo héroe dejó un legado imperecedero para las futuras generaciones. En estas horas de zozobra para la patria, debemos, pues, valorarlo como político ejemplar y como gran defensor de la Constitución. Por ello, si bien Miguel Grau es conocido universalmente como ‘el Caballero de los mares’, también merece ser llamado con justicia ‘el Caballero de la Constitución’.