Un empresario alemán es invitado a visitar una comunidad rural en China. En un momento de la visita, se encuentra con miles de obreros chinos cavando un gran terreno con lampas. “Aquí estamos construyendo una represa enorme que necesita la comunidad”, le explica el alcalde; el empresario, sorprendido por la escena le dice: “¡Esto es muy ineficiente! Mañana mismo le instalo maquinaria alemana de alta tecnología, con lo que realizará la excavación en muy poco tiempo y su represa estará terminada rápidamente”, a lo que el alcalde replica: “Yo entiendo, pero, ¿se imagina todo el empleo que dejaríamos de dar si contratamos su maquinaria?”. “¡Ah bueno! –le dijo el empresario– Yo pensé que el objetivo era hacer una represa, pero si el objetivo es dar empleo, quíteles las lampas y mejor deles cucharitas”.
Esta conocida anécdota nos hace pensar si estamos enfocados, apuntando al objetivo que buscamos o, en el camino, por presiones de terceros, ambiciones políticas o simple incapacidad, los objetivos se pierden y caemos en acciones o legislaciones que nos alejan de nuestras metas reales. Un ejemplo de esto es la ley laboral peruana.
Si el objetivo de una ley laboral es asegurar para algunos pocos, muy pocos, un trabajo con estabilidad laboral, con todos los beneficios posibles existentes y por existir, la ley peruana está cumpliendo su objetivo. Pero supongamos que la legislación laboral tuviese como objetivo promover empleo formal, que mejore la productividad del trabajador en condiciones de trabajo con derechos y beneficios garantizados. Pensando así, la actual ley laboral peruana es un fracaso absoluto. Para muestra un botón: únicamente el 23,8% de los trabajadores en el Perú cuenta con un trabajo formal y con beneficios, según cifras de la Enaho del 2013. Existen más de 12 millones de trabajadores que no tienen un empleo que les garantice ciertos beneficios como una CTS o vacaciones y gratificaciones (independientemente de los niveles que fuesen adecuados) o algún seguro médico o un sistema previsional para la jubilación. ¿No deberíamos acaso tener esto como objetivo para todos los trabajadores del Perú?
La ley laboral peruana no solo ha fracasado por lo antes mencionado, sino que hoy es la barrera más grande para que los jóvenes que entran cada año al mercado laboral consigan empleo. Asimismo, nuestra legislación laboral hace tan costosa la contratación de personal que las empresas pierden competitividad, justamente cuando otro de los objetivos es lograr que estas sean cada vez más competitivas a escala global, que crezcan y ofrezcan más empleo. Pero no, la competitividad de nuestro país ha caído nuevamente 4 ubicaciones (del puesto 61 al 65), según el último informe publicado por el Foro Económico Mundial. Y, entrando a detalle, el Perú, según el mismo informe, se encuentra en el puesto 129 de 144 economías en lo que a rigidez laboral se refiere. Entonces, ¿está funcionando nuestra legislación laboral? Definitivamente no.
La reforma laboral urgente que necesita el país no está ni en la agenda del Congreso ni en la del Ejecutivo. ¿El Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo está promoviendo empleo, como se dice en su jactancioso nombre, o está desincentivándolo? Centremos nuestra atención en el objetivo: generar empleo formal, todo lo demás es simplemente frivolidad de políticos clientelistas.