A raíz de las importantes reformas de los 90, el Perú registró un crecimiento económico destacable y emprendió un avance firme en su integración a la economía global, sin embargo, hoy atraviesa una etapa de desaceleración que, a juicio del gobierno, se trata solo de un bache asociado a la crisis económica internacional, de la cual lograremos salir estimulando la economía doméstica y revisando un conjunto de leyes que destraben la inversión en minería, energía y construcción.
En nuestra opinión, ese diagnóstico es insuficiente pues soslaya la pérdida de paso en reformas económicas e institucionales internas, y nos expone a una mayor inestabilidad –ad portas de elecciones generales– y al riesgo de no retomar la senda de crecimiento sostenido de los últimos 10 años, única forma eficaz de combatir la pobreza.
Entre enero y octubre de este año, las exportaciones mineras y petroleras cayeron casi 18%, luego de registrar pérdidas en el 2012 y 2013, muestra inequívoca de que el principal motor de crecimiento se apagó. Las de origen agrario subieron en 24%, pero no tienen el peso de la minería y dependen de los vaivenes de la naturaleza.
Por su parte, las exportaciones industriales cayeron 4%. Esto nos hace ver que no tenemos la competitividad suficiente para impulsar este sector estratégico y permite a países asiáticos o de la región desplazarnos en el mercado internacional.
Al mismo tiempo, confirma el proceso de desindustrialización del país en los últimos 10 años y se traduce en menores posibilidades para nuestros jóvenes profesionales. Paralelamente, la productividad laboral se ha visto disminuida, con lo que los beneficios del crecimiento se trasladan en menor proporción al bienestar familiar.
La autocomplacencia y el triunfalismo han prevalecido por demasiado tiempo, impidiendo la implementación de reformas necesarias. Esto ha provocado la paralización o postergación de inversiones estrechamente ligadas a las exportaciones. Las medidas del Gobierno son una respuesta parcial e insuficiente a los problemas existentes: la debilidad institucional, la informalidad, la inseguridad y la corrupción, que se mantienen en niveles incompatibles con las exigencias de una sociedad civilizada y que acentúan cada vez más el desánimo y la desconfianza de la población.
Sobre todos estos problemas, se comete un grave error al ir en contra de las exportaciones no tradicionales, disminuyendo de un plumazo el 20% de su rentabilidad y anunciando reducciones mayores a futuro en el momento menos oportuno. Si desde un sector del gobierno se encendía la esperanza de instalar nuevos motores para el crecimiento, el ministro Segura se encargó de apagarla sin esperar a que el Plan de Competitividad y el Plan de Diversificación Productiva permitan un cambio que reanime la inversión y permita recuperar el ritmo de crecimiento.
Todo esto nos muestra que el MEF está interpretando mal el momento económico del Perú. No se trata de defender intereses particulares, sino de comprender objetivamente la crítica situación del Perú y el atraso que registra frente a países de la región que han sabido apuntalar su producción interna, fomentando sus exportaciones.
Es imperativo que el gobierno corrija este grave error y adopte medidas de fondo a fin de impedir que el 2014 marque el fin de nuestro ‘boom’ exportador sin que sea aprovechado para beneficio de los peruanos. Está en sus manos.