Debemos destacar que en estos tiempos de gran ruido político, en que las noticias positivas pasan inadvertidas y parecen ser menos importantes, nos encontramos con un relanzamiento cultural y distrital, con muchos aspectos novedosos y, sin duda, rescatables.
Recientemente, el Rímac ha sido relanzado con un eslogan que nos enfrenta a la necesidad de redescubrir nuestra propia historia, nuestro pasado y nuestra vinculación indispensable con la “otra ribera del río”.
Antes de referir ese nuevo lanzamiento, quisiera mencionar que ciudades de gran importancia están asociadas históricamente y basan mucho de su identidad en la cercanía a un río que las cruza, las marca y las define. No en vano vemos ejemplos como los de El Cairo, París, Roma, Florencia, Praga, Toledo, Viena, Londres, Budapest y muchos otros. Estas ciudades han incorporado el río a su propia identidad urbana y a sus habitantes. Nosotros, en cambio, durante casi toda nuestra historia republicana, le hemos dado la espalda al río, lo hemos desaprovechado y la gente que ha vivido en la “otra orilla”, ha estado un tanto marginada (la otra margen…), siendo dueña de nuestra historia fundacional, de nuestras raíces y de tradiciones que le dan vida a nuestra querida Lima.
¿Cómo entender la belleza de París sin el río Sena o Roma sin lo sinuoso del río Tíber o la singularidad de Florencia sin cruzar de un lado al otro el río Arno? ¿Qué pasó en nuestro devenir que nos hicimos sordos a las voces del Río Hablador, ante la gente que desde tiempos originarios vivía en la otra orilla, aun estando tan cerca una margen de la otra?
Nos acostumbramos por mucho tiempo a ver el Rímac a lo lejos, distante, ausente y “separado” de nuestra preocupación, de nuestras actividades y de nuestro interés. Hoy nos plantean ver “otra historia”.
Gracias al apoyo del Patronato del Rímac y de algunas empresas privadas, este distrito ha decidido repotenciar sus fortalezas culturales y apostar por la renovación cultural, por el descubrimiento y relanzamiento de su historia, de su identidad y de la importancia que tiene para Lima, para entendernos como ciudad capital.
¿Qué descubrimos en este relanzamiento? La participación del sector privado y de instituciones como el BID que buscan aportar la asesoría y supervisión para una eficiente gobernanza, para que el distrito esté “ordenado”, el catastro actualizado, los predios con propiedad legalizada y los tributos y arbitrios al día. Ello genera en la población un sentimiento de pertenencia y da garantías de que sin duda se orientarán a la revalorización económica de las propiedades.
Descubrimos también la urgente necesidad de recuperar los valores criollos, los espacios de mayor significado gracias a la tradición oral de los mayores; la inversión en mejoramiento urbano a nivel de iluminación, seguridad e infraestructura. Contando con la presencia decidida de los ciudadanos –de los más jóvenes también–, el distrito empieza a florecer, vuelve a despertar y a ser nuevamente visible.
Todo ello, lejos de ser un sueño romántico, es un ambicioso plan de inserción en la modernidad, de obtención de beneficios económicos para los habitantes, de rescate de las posibilidades de desarrollo turístico gracias a la gastronomía tradicional, la recuperación de tradiciones antiguas y fundamentales para generar ejes de identidad y pertenencia, el reconocimiento de espacios históricos, poniéndolos en valor y asegurando su sostenibilidad y facilidad de acceso.
Es que lo hemos olvidado... En el Rímac existía, por ejemplo, un restaurante de gran calidad culinaria como era el Rosita Ríos; allí se festejaba el 24 de junio la fiesta de Amancaes; por allí hacían su ingreso las autoridades civiles y religiosas en su camino hacia Lima; allí tomó forma la historia de amor del Virrey Amat y se estableció la plaza de toros que está próxima a cumplir 250 años. En ese distrito se encuentran espacios como el Paseo de Aguas, la Quinta de Presa y la Alameda de los Descalzos, el convento y museo del mismo nombre, así como la centenaria iglesia de San Lázaro, la iglesia de Nuestra Señora del Rosario (una joya en miniatura pues es la más pequeña de todo el continente), el mercado El Baratillo y muchos otros lugares que han sufrido los embates del tiempo y la consecuencia del abandono e indiferencia de las autoridades y de la propia población.
Vemos ahora un distrito que se reinventa en su antigua tradición; una sociedad que apuesta por ser vista en lo positivo; una gestión que quiere ser ayudada; una convocatoria a las empresas privadas para que en conjunto, todos, asumamos la parte de responsabilidad que nos toca. Todos somos parte del deterioro de nuestros centros históricos y todos tenemos una obligación en este proceso de rescate y renacimiento.
No pretendo hacer una loa a una gestión edilicia. Busco destacar la imaginación y voluntad de un equipo de entusiastas que saben que el buen futuro depende de saber aprovechar las oportunidades y, ahora, pareciera que se ha comprendido que estamos en un momento en el que esas oportunidades se han presentado, confluyen voluntades. Se unen los esfuerzos y podemos vislumbrar nuevos vientos para todos nosotros, para Lima, para el distrito del Rímac y para su gente. ¿Cómo no destacar esta circunstancia cuando nuestra pequeña visión diaria es dominada por noticias y percepciones de inestabilidad, de fragilidad institucional, de datos y novedades poco gratificantes, de ruidos y temores políticos, de inseguridad e incertidumbre? Es en esas circunstancias en las que la voluntad de muchos se convierte en la fortaleza de una sociedad para reinventarse, renacer y soñar con un futuro diferente… al fin.