Lima es una ciudad de inmensa riqueza cultural y artística; y su conjunto monumental más querido es San Francisco. A pesar de ser la más importante, rica y hermosa muestra de la arquitectura limeña, sufrió las mutilaciones más bárbaras y bestiales. Una de las más graves fue la supresión del muro pretil que lo adornaba, a fines del siglo XIX.
ProLima, en el marco de un acucioso proyecto de investigación arqueológica en el atrio de la iglesia de la Soledad, ha hecho importantes hallazgos. Se ha determinado que los cimientos de la antigua iglesia construida en 1603, sirvieron de base para la construcción del muro pretil, colocado allí en 1672, año en que se terminó la iglesia y convento que hoy conocemos.
Lima ha perdido, y pierde constantemente su patrimonio histórico, desdibujando sus particularidades esenciales. Será la primera vez que la veremos recuperando con precisión científica algo que se creía perdido para siempre.
Gracias a este proyecto veremos restituido uno de los elementos más importantes de la Lima barroca y del conjunto monumental franciscano. Su reposición no es optativa, es necesaria y conveniente. Recuperará la integridad y autenticidad del exterior conventual en el marco de las disposiciones normativas sobre materia patrimonial, incluidas las propias del Concejo Pontificio para los bienes culturales de la Iglesia. Rescatará la memoria simbólica de Lima a partir de fundamentos históricos, emblemáticos, rituales, arquitectónicos y urbanísticos probados, sobre los cuales no cabe duda académica alguna. Y finalmente, con el retiro de la reja colocada en 1987, se devolverá a la ciudad de Lima un espacio público que venía siendo usurpado indebidamente, facilitando toda expresión cultural inmaterial asociada a la plazuela: procesiones y autos sacramentales, además de otras actividades propias de nuestro siglo.
El diseño arquitectónico del conjunto franciscano es portador de un discurso teológico claramente visible para quien lo sepa interpretar. Todo en el es relicario y esquema de la pasión de Cristo. Su fundamento simbólico está en los estudios de la Sábana Santa de Turín. Sus elementos arquitectónicos son alusivos al cuerpo de Cristo torturado y encadenado. El muro pretil, clavado de cruces, no era un simple cerco, sino parte de un vía crucis compuesto por fray Luis de Cervela, a quien debemos el monumento que hoy conocemos. Fruto de su erudición, piedad y ciencia, todos los elementos decorativos conjugan maravillosamente la teología y la architectura Dei.
El Vía Crucis del franciscano Cervela, las epigrafías del convento y el color encarnado de sus muros, nos presentan un relato pasionista, calvarista y cardiomórfico.
La cardiomorfosis buscaba la transformación del corazón humano a la vista de la pasión de Cristo. El muro pretil franciscano fue el más exquisito de todos lo que hubo en la América meridional, y así lo celebraron en la inauguración del convento al compararlo con la vía láctea y a sus brillantes cruces de alabastro, aún existentes, con luminosas constelaciones. Se distingue de los muchos otros que hubo en Lima, toda vez que lleva veintisiete cruces, y no solo una como era costumbre. Son las marcas de una Via Sacra, que consta de dos senderos: la vía dolorosa de María, y la vía crucis de Cristo.
Lima se inspira en un emblema, y es en sí un emblema que inspiraba la vida de sus habitantes. Así debemos entender el monumento franciscano, como un conjunto emblemático, que tiene que interpretarse y valorarse a la luz de los tres factores enunciados. Así lo entiende ProLima. Su labor, sin precedentes, merece todo el apoyo de quienes aman a Lima de veras.