El PTP (permiso temporal de permanencia), aprobado por el Gobierno Peruano en el 2017, fue uno de los gestos de solidaridad más importantes que un país otorgó a los venezolanos que comenzaban a huir de la dictadura de Nicolás Maduro, y fue, además, un ejemplo para el resto de la región. El PTP permitió que cientos de miles de venezolanos pudiesen trabajar de manera legal en este país, por lo que el pueblo venezolano estará eternamente agradecido. Ya son más de cuatro millones de personas, según datos de las Naciones Unidas, las que han salido de Venezuela, lo que la convierte en la segunda crisis migratoria más importante del mundo, solo después de Siria. Esta situación puede agudizarse pues, según proyecta la Organización de Estados Americanos (OEA), la migración venezolana podría rebasar los siete millones de refugiados a finales del próximo año.Sin embargo, el PTP dejó de entregarse el 31 de octubre del 2018 y la crisis humanitaria no ha cesado. Son alrededor de 300.000 los venezolanos que entraron tras esa fecha y que se encuentran en un limbo legal como solicitantes de refugio o turistas. Esto genera mayores dificultades para conseguir empleo y los expone a situaciones dramáticas de vulnerabilidad: explotación laboral, sexual, violencia física y trata. En otras palabras, viven al margen del sistema. Por ello, se hace urgente –y lo digo de manera respetuosa– que las autoridades peruanas consideren mecanismos que permitan regularizar la situación migratoria de estas personas, lo que no solo será beneficioso para los migrantes venezolanos sino también para el Perú en general. Regularizarlos permitiría, por ejemplo, que gran parte de casi el 50% de venezolanos con carreras profesionales y técnicas puedan ejercer su profesión aportando de manera más óptima sus habilidades a la economía peruana; una oportunidad que el Perú no puede perder. También ayudará a identificar a los venezolanos que se encuentran empleados, lo que se alinea con el objetivo de tener una migración más segura y ordenada. Además, estos venezolanos podrán tributar –contribuyendo al fisco de la nación–, emprender negocios y buscar trabajo con mayor facilidad en las regiones del Perú, colaborando de esta manera con el desarrollo de las provincias. El capital humano venezolano no viene a quitar trabajo, viene a complementarse y a apoyar el crecimiento económico de esta nación.
Según la Sunafil, solo 40.000 venezolanos se hallan formalizados. Muchos más podrían estarlo si se hacen ajustes normativos, como considerarlos “domiciliados” en el tratamiento tributario, para que el pago de impuestos sea equitativo al de un peruano domiciliado y, así, incentivar la formalidad. Se pueden promover, asimismo, emprendimientos en micro y pequeñas empresas venezolanas, con ajustes en los límites de contratación, para que puedan trabajar legalmente atendiendo un mercado que ha crecido en más de 850.000 personas. Los venezolanos generamos demanda y oferta.El capital humano es un activo innegable. Nosotros podíamos pensar que estábamos en una encrucijada: sabemos el valor de ese capital humano y sabemos que lo necesitamos en nuestro país, pero, al mismo tiempo, también la región está en una encrucijada porque la ola de migrantes puede ser un gran generador de cambio y dinamización económica. Así también, todos queremos que Venezuela se recupere y que, una vez cese la usurpación, nuestro talento que se encuentra ahora difundido en la región sea necesario. Hoy, aspiramos a retribuir la solidaridad que nos han brindado colaborando al cierre de brechas en áreas esenciales. Chile lo ha hecho con los médicos. Argentina con los ingenieros. Venezuela creció gracias a la migración. Hoy puede hacerlo el Perú.Este país ha sido generoso en abrir las puertas y en admitirnos, en propiciar la inclusión, en dar un mensaje contundente de democracia al mundo a favor de Venezuela liderando iniciativas como la del Grupo de Lima. También ha dicho en voz alta que esta migración es un reto para el que no estaba preparado. Nadie lo estaba. Por eso es esencial que todos seamos parte de la solución. La encrucijada puede resolverse. Este reto es un espacio para crecer y aportar. Sé que lo haremos. Sigamos dando ejemplo.