Día 75: Martín Vizcarra transmite una clara tendencia a equivocarse mucho y a escuchar poco. Así es como el presidente y las principales figuras del Ejecutivo llegan a esta etapa crítica del combate al coronavirus. A Vizcarra se lo ve –y escucha– agotado y con pocas ideas nuevas, lo que se traduce en decisiones que pretenden conseguir el aplauso de la tribuna antes que en frenar y controlar efectivamente la pandemia.
Como hemos repetido hasta la saciedad en esta columna, el Gobierno no tiene una tarea fácil. Sin embargo, nos alarma que hoy en vez de aprender de sus (inevitables) errores y fortalecerse, profundice en los mismos. La comunicación política del presidente ha llegado a un punto de desgaste progresivo (cada mensaje desde Palacio da cuenta de ello) y los esfuerzos del sector Salud, aunque importantes, siguen siendo insuficientes. A eso se suma una pérdida paulatina de la confianza ciudadana.
Esta semana las encuestas ofrecen un claro indicio al registrar una caída en los niveles de aprobación de todos los involucrados en esta lucha (Vizcarra desciende de 82% a 76%, todavía muy alta, pero su desaprobación aumenta diez puntos porcentuales, según Datum. Del mismo modo, el ministro de Salud pierde 24 puntos en un mes cayendo de 64% a 40%). Y es solo el comienzo. Súmese el deterioro económico que afrontan millones de peruanos luego de 11 semanas de “cuarentena” (y cuatro más que vienen en camino) y es lógico anticipar que la impaciencia crecerá con el paso de los días. Así, la única curva que empieza a descender es la del respaldo al Gobierno.
El problema es que lejos de generar una reacción a fondo en el Ejecutivo se opte por salidas sin un impacto real en la población. El recorte temporal de sueldos en los altos cargos del Estado no responde a una necesidad objetiva, sino a la urgencia de ganar titulares y aplausos a como dé lugar: al Perú no le faltan recursos en este momento, el gran problema del país es que no invierte bien –sea por ignorancia, incapacidad o abierta corrupción– los millones que tiene en caja. Se dirá que es un “gesto político” y solidario importante. Pero si se trata de “ser políticos” se debió, en todo caso, afectar al presidente, a ministros y viceministros que sí tienen un nombramiento político, no a funcionarios de carrera que brindan una dedicación y una experiencia valiosas. Es más, Vizcarra no la consideró una medida eficaz al inicio de la emergencia. ¿Qué pasó ahora? ¿Cuál habrá sido el ‘swing’ que lo llevó a cambiar de idea?
Lo peor es que el presidente sigue anunciando algo que solo él y los funcionarios que le deben el puesto consiguen ver: una meseta en la transmisión de contagios que está muy lejos de ser tal. E ignoran una crisis humanitaria que, si se mira bien la calle, está cerca de estallarle entre manos. Aún está a tiempo de corregir, pero aquí y ahora.