El Congreso decidió no admitir a debate la propuesta de vacancia presidencial. A pesar de rechazarse la moción con 76 votos (contra 46 a favor), el resultado no es una victoria que el Gobierno pueda celebrar.
La oposición no ha logrado su objetivo a pesar del ruido. El Gobierno, sin embargo, tampoco ha quedado cómodo y, al contrario, ha hecho promesas de cambios, incluso a nivel ministerial, según ha anticipado la vicepresidenta Dina Boluarte.
Lo más probable es que haya nuevos pedidos de vacancia. La aproximación que hizo el presidente Castillo con algunas bancadas no equivale a una alianza.
El presidente Castillo busca apoyo en las bancadas de Alianza para el Progreso, Acción Popular, Somos Perú, Podemos Perú y, por supuesto, Perú Libre. Algunos de estos grupos, no obstante, no garantizan estabilidad en sus acuerdos.
El rechazo a la admisión a debate de la vacancia sumó 76 votos. Datos más importantes, sin embargo, son que la admisión se quedó a seis votos de aprobarse y que hubo cuatro abstenciones.
Argumentos más eficaces y mejor sustentados podrían cambiar un eventual futuro resultado. En ese caso, será decisivo lo que suceda a nivel de la opinión pública. Algunos de los partidos mencionados son alianzas de intereses con ciertas limitaciones frente a la opinión pública.
Por ejemplo, un caso de corrupción que no fuera bien enfrentado por el gobierno podría empeorar la desaprobación popular. Las bancadas en el Congreso se tendrían que adaptar y voltearían sus votos con mucha facilidad.
La desaprobación no viene solo por los casos de corrupción, también tiene que ver la gestión y la eficacia del Gobierno.
La incapacidad para gobernar no sostiene una vacancia por incapacidad moral. No obstante, tiene un efecto indirecto a través de la desaprobación de la opinión pública. La desaprobación, a su vez, puede inclinar la posición de las bancadas en el Congreso.
No hay al momento ninguna señal que indique que mágicamente el Gobierno se volverá eficiente y capaz. A lo más que puede aspirar es a calmar las aguas de los partidos palaciegos con algunos cambios de ministros.
Un cambio de ministro no traerá, sin embargo, un cambio en la educación, por ejemplo. Ahí cabe esperar, más bien, que continúe la contrarreforma y que se afiance el lobby de las universidades no licenciadas, a través del Congreso mismo.
Con respecto al transporte, para dar otro ejemplo, es difícil pensar que un cambio de ministro traiga consigo un reforzamiento de las tímidas reformas avanzadas. No cabe imaginar una Autoridad Autónoma del Transporte impulsada por el Ejecutivo.
El Congreso y el Gobierno volverán a medir fuerzas ante el pedido de facultades delegadas “en materia tributaria, fiscal, financiera y de reactivación económica”.
Pero pedir facultades para aumentar impuestos no garantiza la reactivación económica. Es determinante para ello mejorar la ejecución del gasto de los gobiernos regionales y locales, y mejorar la calidad del gasto público en general. De eso no hay nada.
No cabe esperar, por tanto, una mejora de la eficiencia gubernamental. No habrá reactivación y eso impactará en la opinión pública.
Habrá que ver cuánto de ese impacto lo captará el Congreso y cómo calzará esto con los persistentes ánimos ‘vacatorios’. Viviremos los próximos meses en esta tensión no tan subterránea.