Leyendo los planes de gobierno presentados por los candidatos a la Alcaldía de Lima, se evidencia la experiencia municipal de por lo menos la mitad de ellos. Hay ex alcaldes, alcaldes en ejercicio y regidores postulando. Esa experiencia ha formado una cierta cultura urbana que permite un acercamiento a los problemas de la capital. Por lo menos para describir el “estado de la cuestión” y hacer propuestas programáticas.
La semana pasada comenté el plan de gobierno de Solidaridad Nacional y dije “no pasa nada”. Fuerza Popular (Alberto Sánchez Aizcorbe) y Vamos Perú (Fernán Altuve) acaban de publicar de puño y letra (El Comercio, 13/7/14) un resumen que contiene propuestas interesantes, como la articulación de Lima con Huacho y Cañete con trenes de cercanía, así como los parques-biblioteca en las zonas más pobres en el primer caso; o crear un canon para Lima por el sobreúso institucional de la ciudad, o el concepto de movilidad sostenible y “no a más carros, más vías”, en el segundo. Pero ninguna da cifras, metas o cómo harán realidad esos deseos. Y tampoco aparece un tema clave: el gobierno de la ciudad.
El plan de gobierno de Diálogo Vecinal (Susana Villarán) es el más extenso y proviene de una cantera municipal que cuenta con una planta solvente en materia de planificación urbana. Tiene esa ventaja. La gran pregunta es: ¿Por qué no hizo en 4 años lo que ahí está escrito? Y ese será posiblemente su desventaja en campaña.
Bien el esfuerzo por hacer una anatomía de lo que la ciudad necesita, pero debe privilegiar no más de 5 o 10 ideas fuerza que guiarán su gobierno, y las demás se subordinan a ellas. Todas las ideas propuestas tienen la misma importancia y es poco creíble que todo camine al mismo tiempo. Aparentemente el transporte, el tránsito y la vialidad son su prioridad. Pero no nos dice en función de qué ciudad. El transporte es un medio, no un fin. Lo primero es definir qué tipo de ciudad queremos convalidar o reinventar y, por consiguiente, qué sistema de movilidad necesita. Si leemos el modelo de ciudad propuesto nos queda la sensación de una fría relatoría de un “deber ser”. Pero le falta nervio específico para esta metrópoli que sintonice con el momento que vive, uno de los más importantes de las últimas décadas.
Al pensar Lima dentro de unos años y mirar hacia atrás, se descubrirá que la ciudad tuvo pocas ocasiones en su historia moderna –como hoy– de crecer económicamente de un modo espectacular, en un marco de libertades democráticas. La pregunta será: ¿Supo aprovechar el momento y distribuir entre los que menos tienen los beneficios de ese crecimiento?
Cierta cultura de hacer ciudad ha ido tomando cuerpo, pero eso no es suficiente. Lima ha crecido vertiginosamente en demandas y desafíos, y requiere otro modelo de gobierno regional y metropolitano. Eso no aparece en ninguna de las propuestas. Si no cambia el enfoque de la gobernabilidad de la ciudad, las propuestas serán un saludo a la bandera.