El ministro de Economía, Pedro Francke, ha celebrado el crecimiento del PBI, de un 13%, registrado en el 2021 (en su artículo “La agenda económica del 2022″, publicado por El Comercio el pasado 3 de enero). Quisiéramos compartir el optimismo del ministro, pero, en realidad, no hay razones para ello.
Francke sostiene que la administración anterior esperaba un crecimiento de un 10%. Por tanto, los tres puntos porcentuales adicionales equivaldrían a un “logro excepcional”, que él atribuye a las medidas del Gobierno.
El crecimiento no puede compararse sobre la base de proyecciones. El país no crece en un 3% si es que alguien dice en abril que lo hará en un 10% y el resultado es un 13%.
El país crece 3% solo si es que en el año 2020 el registro es de -10% y en el 2021, de 13%. Hay que comparar PBI con el PBI, no proyecciones con el PBI.
En el 2020 la economía cayó en 11,1%, según el INEI. Según el MEF, en el 2021 creció en un 13%. La diferencia es 1,9%, no 3%. Además, son dos fuentes y metodologías de medición distintas.
Dice el titular del MEF que no solo se trata de un “rebote” tras un año de pandemia, sino que es resultado de las medidas tomadas por el actual Gobierno.
Frente a la inflación, indica Francke, no optaron por el control de precios, sino por el bono Yanapay. No optar por el control de precios, sin embargo, no es ninguna virtud, sino un supuesto básico.
Bajo ese punto de vista, no optar por estatizar la banca también habría producido crecimiento económico. Y, así, podríamos ir hasta donde llegue nuestra imaginación.
El ministro cree que la inyección de menos de S/5.000 millones del bono Yanapay ha sido parte de las causas del crecimiento. Al contrario, inyectar dinero subsidiado a una economía con inflación es echar más leña al fuego.
Francke también se atribuye la reducción del déficit fiscal, que pasó de 8,9% a menos del 2,8%. Obviamente, esto es resultado de las cotizaciones internacionales y nuestras exportaciones mineras.
El ministro advierte que insistirá en reformas tributarias que hagan pagar más a la minería. No es algo que se ha producido y, más bien, de producirse desfavorecería la inversión minera.
No nos ha dicho cómo va a hacer para que, a pesar de los conflictos mineros, llegue la gran inversión al Perú. Eso debería estar en su agenda, en vez de evaluar cómo sacarle más tajadas a los contribuyentes.
Su planteamiento tributario no es solo esquilmar a los sectores que contribuyen más, también es beneficiar a los sectores que contribuyen menos.
Francke habla de encender nuevos motores de crecimiento y diversificación productiva. Promete otorgar beneficios tributarios para los sectores acuícola y forestal. Cree que estos sectores “despegarán como la agroexportación”.
En el Perú se ha probado que la política de incentivos sectoriales no genera progreso. Lo que se requiere son reglas claras, simples y estables. La presión tributaria no crecerá porque se aumenten impuestos a uno u otro sector. Lo hará si hay más inversión y más contribuyentes.
La economía debe recuperarse sin subsidios ni fantasías. Para eso el Gobierno debe cambiar la agenda que se ha fijado para el 2022.