En esta nueva edición del programa Cara y Sello, el exgobernador regional de Cajamarca, Mesías Guevara, y el antropólogo y periodista Jaime de Althaus, debatieron sobre las fallas y puntos a mejorar en el sistema de descentralización en el Perú.
En un primer momento de Althaus señaló que, efectivamente, el proceso de descentralización había fracasado. No solo en departamentos sino en las regiones. Con ello, ha habido una transferencia enorme de recursos a gobiernos descentralizados, en una época de alto crecimiento económico. Los partidos políticos se comenzaron a desintegrar, con lo que aparecieron muchos movimientos regionales que se convirtieron en motines presupuestales, asaltados por mafias locales que generaron corrupción e implantaron gestiones patrimonialistas.
Guevara, por su lado, en parte coincide con Jaime, pero no lo calificaría como un fracaso, sino como un proceso en construcción en el que hay muchas cosas que corregir. Menciona que hace falta plasmar y consolidar un proceso donde los tres niveles de gobierno trabajen como un ‘relojito’. Señala que es malo que haya mucha dependencia y que la transformación del Estado tiene que darse en función a una transformación digital. Asimismo, destaca la importancia de hablar no solo de gobiernos nacionales sino de gobiernos descentralizados, de la transformación de recursos humanos en cantidad y calidad.
Una segunda pregunta cuestionaba si era necesario que los gobiernos regionales tengan aún más poder del que ya tienen, a lo cual, Mesías respondió que lo que se tenía que lograr era un equilibrio. Por ejemplo, cuando se quieran hacer modificaciones presupuestales, tiene que haber más libertad, porque muchas veces esas limitantes se traducen en una mala interpretación del gasto público.
Ante ello, Jaime señala que el Gobierno central carece de función rectora cuando un gobierno regional no cumple adecuadamente un servicio. Los gobiernos regionales y locales ni siquiera cumplen esfuerzos de contratar buena gente. Un problema para esto es que lo que disponga la ley no es obligatorio. Menciona que debería haber una bolsa de gerentes públicos bien preparados de los cuales los gobernadores deberían escoger, para asegurar meritocracia y no solo construir una gestión “patrimonialista” en dond e se elija por amistad o conveniencia. Destaca la importancia de que ciertas funciones deberían ser descentralizadas, como la minería, oues hay mucha informalidad y debería ser un programa nacional de descentralización; asimismo, todo lo que tiene que ver con salud y hospitales. De la misma forma, menciona que las autoridades descentralizadas deben estar situadas en regiones o macroregiones porque sino nunca se va a mejorar la calidad en la educación, salud, entre otros.
A lo anterior, Guevara resaltó que se tiene la bolsa de gerentes públicos, pero cuando los gobernadores quieren acceder a ellos, hay una limitante presupuestal. El MEF no les da el presupuesto para contratarlos. No hay un compromiso real. Señala la necesidad de seguir consolidado las agencias regionales de desarrollo y analizar las estructuras de costos en las inversiones públicas. Coincide con de Althaus en que hay que descentralizar; sin embargo, se ha confundido el concepto de “desconcentrado” con “descentralizado”, los ministerios están en cada región, pero la ineficiencia esta en todos los niveles de gobierno, incluso el nacional, pero nos enfocamos siempre solo en los regionales. Por ello, Mesías se encuentra escribiendo el libro “Mitos y verdades del gasto público” en el que busca romper todas las falsedades que se dicen sobre estos gobiernos.
Hacia los momentos de concluir, Jaime señala que la gran reforma del Estado ha sido la descentralización de la obra pública. En una época de crecimiento económico acelerado, ha sido de tal magnitud que ha provocado la desintegración de partidos políticos. Estos se han convertido en nidos de corrupción y plata fácil, pues incluso no tienen ciudadanos fiscalizadores. Para cerrar, Mesías concluye que la palabra clave es “corrupción”, pues existe el corrupto y el corruptor: los corruptos son los públicos y los corruptores los privados.