Cuando la gente habla de los mayores problemas de América Latina, por lo general comienza citando la corrupción gubernamental, el crimen y el desempleo. Si me preguntan a mí, uno de los mayores problemas de la región, en comparación con lo que he visto en Asia y otras partes del mundo en desarrollo, es la falta de una cultura familiar de obsesión con la educación.
Sí, leyeron bien, no estoy hablando del fracaso de los gobiernos en mejorar los estándares educativos, sino de la falta de una conciencia de la ciudadanía sobre la importancia de tener buenos sistemas educativos. Una nueva encuesta lo deja muy claro.
La última edición del Latinobarómetro, una firma regional de encuestas con sede en Chile, muestra que la educación ocupa el último lugar entre las mayores preocupaciones de la mayoría de los latinoamericanos, muy por debajo de la economía, la política y la corrupción.
Solo el 4% de los latinoamericanos cita la educación entre los mayores problemas de su país, según la encuesta de casi 20.000 personas en 18 naciones de la región.
En algunos países, los datos son aún más alarmantes: en México, Colombia, Ecuador y Venezuela solo el 2% de la gente citó la educación como un problema nacional importante. En Argentina, Guatemala y Honduras, la cifra fue de solo el 3%.
La ausencia de una cultura de obsesión familiar por la educación es una de las principales razones por las que América Latina ha perdido tanto terreno frente a los países asiáticos en las últimas décadas. Mientras que las familias asiáticas invierten gran parte de su tiempo y dinero en la educación de sus hijos, eso ocurre mucho menos en América Latina.
A modo de ejemplo, hay 758.000 estudiantes extranjeros de países asiáticos en las universidades estadounidenses en comparación con solo 80.200 de América Latina, según el informe Open Doors del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Por supuesto, la población de Asia es mucho mayor. Pero eso no explica por qué los países asiáticos envían a tantos más estudiantes a las mejores universidades del mundo que países latinoamericanos con poblaciones similares.
Hay casi 24.000 estudiantes extranjeros de Vietnam en las universidades estadounidenses en comparación con 14.300 de México, que tiene una población más grande y está mucho más cerca de Estados Unidos. Y hay más estudiantes de Bangladesh en Estados Unidos que de Colombia, a pesar de que Bangladesh es un país mucho más pobre.
Asimismo, la falta de una cultura de pasión por la educación en América Latina se hace evidente en los resultados de las pruebas internacionales PISA. Los estudiantes de China, Singapur y Macao sacan las mejores calificaciones, mientras que los jóvenes latinoamericanos se ubicaron en la mitad inferior de la lista.
Lo que es peor, algunos países latinoamericanos, como México, han abandonado la prueba PISA. En lugar de intentar medirse con el resto del mundo y tratar de corregir sus problemas educativos, el Gobierno Mexicano ha optado por la negación total de la crisis educativa.
Esa es una receta para perpetuar la pobreza, porque vivimos en un mundo en el que el trabajo mental se cotiza cada vez más y las materias primas, como el petróleo o el trabajo manufacturero, cada vez menos.
¿Qué habría que hacer? La solución no va a venir de los gobiernos. Invertir en la educación de calidad significa gastar más en la formación de los profesores y eso rinde sus frutos en mucho tiempo. La solución es crear una cultura familiar de obsesión por la educación. Los empresarios, los medios de comunicación y los grupos cívicos deberían invertir mucho más en campañas de concientización pública sobre la importancia de la educación para presionar a sus gobiernos para que mejoren los estándares educativos.
Mientras solo el 4% de los latinoamericanos cite la educación como una de sus principales prioridades, los gobiernos seguirán sin hacer nada y la región seguirá perdiendo terreno en la economía mundial.
–Glosado y editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC