El presidente Pedro Castillo es una fuente de inestabilidad. Un día quiere estatizar o nacionalizar el gas de Camisea, al día siguiente quiere que nos olvidemos de lo que dijo.
A inicios de semana el mandatario instaba al Congreso “para que, de una vez por todas saquemos, hagamos una ley conjunta con el Congreso de la República sobre la estatización o nacionalización del gas de Camisea…”.
Unos días después, en Twitter, aseguraba: “Como gobierno del pueblo somos y seremos respetuosos con la libertad de empresa”.
La afirmación de “ser respetuoso con la libertad de empresa” no es exactamente una negación de “instamos a hacer una ley sobre la estatización o nacionalización”. Es, más bien, una cortina de humo para esconder lo primero.
La confusión parece ser, más bien, un objetivo. “Estatización o nacionalización” significa, sin duda, que ambas cosas son lo mismo.
El ministro de Economía, Pedro Francke, quiso rescatar al presidente. Sostuvo que no había contradicción. “Nacionalizar el gas de Camisea, escribió en Twitter, significa ponerlo al servicio de los peruanos y, en particular, de nuestros compatriotas del sur”.
“Nacionalizar” no significa eso, más aún si se pone como equivalente de “estatizar”. “Nacionalizar” es sacar el elemento extranjero; en el caso del gas de Camisea, sacar de juego al inversionista foráneo.
Francke quiso calmar las aguas. “Siguiendo la línea de cómo ha planteado el presidente de la República el respeto a la libertad de empresa, pienso que estamos siendo bastante claros respecto a la promoción del mensaje a la inversión privada”.
“Entiendo que a veces −dijo a renglón seguido− las palabras que se puedan decir generen distintas interpretaciones”. La “claridad” de Francke, como se ve, es muy especial.
El objetivo de la confusión ya lo ha logrado el jefe del Estado con el ministro de Economía. Francke cree ahora que, si un mensaje puede generar distintas interpretaciones, entonces es un mensaje claro.
No se puede ir muy lejos si a la palabra “claridad” se le atribuye el significado opuesto (“distintas interpretaciones”). Este arte de birlibirloque no es casual, tiene el objetivo de desviar el cuestionamiento y atontar nuestros sentidos.
El congresista Guido Bellido lo ha dicho de manera transparente. El Gobierno debe agotar la renegociación sobre las utilidades. “Si hay una negativa a esa posibilidad de renegociar, en ese caso sí plantearemos la nacionalización…”.
En tal circunstancia, agrega, “el Congreso tendrá que asumir esa responsabilidad” (Expreso, 30/10/21, p. 5). Es la misma idea que planteó originalmente el presidente Castillo.
Renegociar con la pistola en la sien no es renegociar, es dejarse extorsionar. Admitir este esquema es, además, sustituir al mercado por el poder político.
El mercado permite distribuir los recursos de la manera más eficiente. El criterio político destruye este mecanismo eficiente de manejo de los recursos y nos lleva a la ineficiencia y a la pobreza.
La politización del mercado, adicionalmente, ahuyenta la inversión y reduce el capital. El Perú requiere más y no menos inversión. Las “confusiones” y sus cortinas de humo son enemigas de la inversión y el capital.
No podemos dejar que nos engañen. No podemos dejar que se cancele un futuro que solo es posible con inversión privada y libertad.