La polarización clásica ya fue. Ese juego ramplón de oponerme a todo lo que haga mi opuesto y desearle el mal se desvaneció ante otra fase de la crisis. Ya no es la simple polarización que buscaba resolverse con el triunfo de un polo. Lo que estamos viviendo ahora es, para decirlo en una palabra sencilla, un entrampe. Para decirlo de una forma más complicada, hay un par de fenómenos complejos que agravan todo. ¿Cuáles son? La enajenación completa de un actor político y la normalización de la precariedad.
Veamos el primer fenómeno. El enajenado es, ya lo adivinaron, el Congreso. Su nivel de aprobación, en todas las encuestas recientes, es cercana a un dígito, llegando a tan baja representación que ya casi se trata de una desconexión total. Muchos parlamentarios ni siquiera viajan a sus regiones, donde peligra su integridad. Van camino al final de legislatura sin aprobar el adelanto y sin aprobar ninguna de las reformas que eran la coartada para patear el adelanto. O sea, no resuelven ni el fondo ni el pretexto para no ver el fondo.
Estos enajenados ya suman mayoría simple. Algunos, como el Bloque Magisterial y ‘Los Niños’, han cometido acciones precisas y perversas para estar como estamos. El Bloque retiró su firma cuando ya se había logrado la cifra precisa para reabrir el debate. ‘Los Niños’ operan decididamente para sabotear cualquier posibilidad de adelanto. A cuatro de los seis ‘Niños’ procesados desde inicios del 2022 (Elvis Vergara, Ilich López, Darwin Espinoza y Raúl Doroteo) ya los hemos ponchado de sobra. Ahora, no pierdan de vista el refuerzo que reciben, con malabarismo cínico, de sus correligionarios Wilson Soto y Pedro Martínez.
Los demás no la pelean lo suficiente y ese desgano –pecado de omisión– resulta en la suma cero. Ni adelanto ni reformas, sino iniciativas clientelistas para pasar grupos de empleados CAS a planilla, aprobar más retiros de AFP o declarar obras de interés nacional engatusando a los interesados con el cuento de que así las aseguran.
El otro fenómeno es normalizar la precariedad e inestabilidad. El Gobierno actúa así al dejar de presionar al Congreso por el adelanto. El Congreso pretendió ‘institucionalizar’ la precariedad cuando presentó un proyecto para que sus sucesores solo se queden por un período complementario de dos años. O sea, condenarnos oficialmente a un futuro de inestabilidad. Miseria parlamentaria.
Los polos se alejan tanto que ya no se oponen, se desconectan, se vuelven indolentes uno respecto del otro; se aíslan en sus respectivas burbujas. Un polo tal vez se sienta en su zona de confort; el otro, quizá se solace en su terreno de juego violento. Pero la política tiene la maravillosa capacidad de trocar esas desgracias en la posibilidad de conversar y pactar.