Los vietnamitas deben estar alertas, pero pueden dormir tranquilos: por el momento, la pandemia está controlada, la economía está abierta y funcionando, y la inversión extranjera sigue en aumento, creando empleo y prosperidad. El país del sudeste asiático ofrece varias reflexiones.
Viví en Hanói, la capital de Vietnam, a mediados de la década del 2000, cuando me encontraba trabajando en un proyecto de mejora de las ciencias en la educación. El gobierno sabía que había que crear las condiciones para una potencial ola de inversiones y estaba fortaleciendo la educación secundaria y universitaria. Años atrás, un grupo de alto nivel de la cooperación canadiense (entre cuyos miembros se hallaba el experto peruano Francisco Sagasti) había presentado en Vietnam un informe para mejorar la ciencia y la tecnología.
El país estaba creciendo frenéticamente, con incontables grúas y edificios apareciendo cada día. Centenares de bicicletas y motocicletas cruzaban las calles en una aparente anarquía, pero con gran coordinación. La gastronomía, que combinaba las cocinas china, francesa, japonesa y estadounidense, era el reflejo de cada uno de los intentos de colonización del país.
Cuando parece que no hay una salida frente a las crisis extremas, hay que recordar la guerra. Se estima que el conflicto en Vietnam provocó la muerte de más de 3 millones de personas entre 1955 y 1972, de las que un tercio fue población civil. El documental definitivo, “La Guerra de Vietnam” (2017), producido por el famoso cineasta Ken Burns para la PBS, la emisora pública estadounidense, muestra que la destrucción y las tragedias humanas fueron de tal magnitud que se pensó que el país no se recuperaría jamás.
Hoy Vietnam es un país de casi 100 millones de habitantes, con dos grandes polos: la capital Hanói, en el norte, y Ciudad Ho Chi Minh, en el sur, que es, además, un centro de emprendimiento e innovación. Desde el establecimiento de la política de apertura “Doi Moi”, en 1986, el crecimiento y la inversión extranjera han sido imparables. El país tiene acuerdos comerciales con Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y la Unión Europea, y es miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) desde el 2007.
La geopolítica y las fricciones comerciales entre China y Estados Unidos benefician a Vietnam. La revista “Nikkei Asia” organizó recientemente un evento sobre las plataformas productivas en Asia en el que mostró cómo numerosas empresas extranjeras que producen en China están trasladando o expandiendo sus líneas de producción hacia Vietnam. Solamente entre el 2017 y el 2019, la inversión extranjera en Vietnam creció de US$17.000 millones a US$38.000 millones. Las inversiones, asimismo, son significativas porque, si antes se componían de textiles y de artículos de bajo valor agregado, hoy atraen a sectores de alta tecnología. Esto, porque Vietnam, con gran persistencia, ha logrado mejorar su sistema educativo, generando los ingenieros, las universidades y las políticas que se necesitan para producir con calidad y acoplarse en las cadenas de producción regionales.
Samsung, Intel y muchas corporaciones globales ya operan en el país. LG, de Corea, acaba de anunciar una masiva inversión en Vietnam, y grandes manufactureras alemanas y japonesas se aprestan a expandir su producción allí. Igualmente, Apple planea diversificar su línea de montaje regional de iPhone, escalando su presencia en Vietnam.
En lo que respecta a la pandemia, hasta el momento los decesos por COVID-19 han sido mínimos en un país vulnerable que comparte una larga frontera con China y con otros países, y que tiene una gran población de trabajadores inmigrantes. Esto ha sido posible gracias a una combinación de controles y distanciamiento social que ha evitado el cierre de la economía. Este año se estima que Vietnam se va a contraer en un 2%, pero, aun así, va a crecer en un 5%.
Un proverbio vietnamita dice: “viaja un día y volverás con una canasta llena de sabiduría”. El viaje es figurado: implica salir de la zona de comodidad e intentar algo diferente, que puede ser un viaje real o dedicarse a aprender algo nuevo. Vale la pena estudiar a Vietnam, pensando en la industrialización y en el crecimiento que resultan esquivos a muchos países del mundo en desarrollo.
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