Empiezo por decir que me ratifico en que la vacancia por incapacidad moral permanente no puede considerarse como un golpe de estado, en la medida en que está explícitamente incorporada en la Constitución con el único requisito de alcanzar los 87 votos. A la vez, se trata de una medida extrema y de última ratio; que no basta tener un Gobierno muy ineficiente y cada vez más tolerante con la corrupción, sino que tiene que haber un amplísimo consenso político y social en el sentido de que la situación es intolerable y de que el presidente debe dejar su cargo. Recuérdese, nomás, lo que pasó con la vacancia de Martín Vizcarra y su sucesor, Manuel Merino, cuando ese consenso distaba mucho de existir.
Estamos menos lejos que entonces de ese consenso, pero aún no es siquiera seguro que consigan los 52 votos para su admisión a debate. Tampoco hay una convicción mayoritaria de que ese sea el camino a seguir y en las varias encuestas publicadas son más los ciudadanos que rechazan esta medida terminal; aun cuando ya hay un nada desdeñable porcentaje que estaría contento con que Castillo saliera ya de Palacio.
Presentada la moción hace una semana, el 25 de noviembre, su admisión a debate recién será discutida el 7 de diciembre. Para los tiempos usuales de la política peruana, 15 días son muchos meses y, por ello, puede pasar cualquier cosa. De ahí que la estrategia de los que impulsan la vacancia sea confiar en que nuevos acontecimientos permitan que aparezcan los votos suficientes.
No los hay hoy, ya que al parecer solo contarían con 43. Pero si sigue explicando tan mal lo que pasó en la “Casa de Breña”, algunos otros se pueden sumar. Además, pueden cumplirse las nada veladas amenazas de Bellido y Waldemar Cerrón que –mirando la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio– señalan que, dada la corrupción en el Gobierno, están evaluando si apoyan la admisión del pedido. En la misma línea, el ya condenado por corrupción Vladimir Cerrón tuitea que Castillo, al “asumir una conducta ‘indiferente’ ante casos Pacheco, Francke y Torres se pone en duda ante el pueblo”.
Estamos, pues, ante un escenario abierto en el que existe una importante probabilidad de que la moción sea admitida, lo que alargaría el tiempo para que un Gobierno imbatible en crear crisis por sus propias acciones u omisiones pueda contribuir a ir acercando la cifra de los pro vacancia hasta los 87 votos. En ese caso, Pedro Castillo estaría al filo del abismo y, de continuar gobernando como Pedro Castillo, sin duda daría un paso adelante.
En ese difícil contexto, no le cae nada bien la última encuesta del IEP en la que su aprobación ha bajado al 25% y su desaprobación ha subido al 65%. Es revelador que en Lima Metropolitana –que, es cierto, nunca lo apoyó mayoritariamente– tenga 16%. Más todavía que, en el sector rural, epítome de lo que Castillo llama “el pueblo”, su desaprobación sea del 48%. Y ya dramático para sus intereses que, en las siete regiones del sur, en donde en promedio ponderado obtuvo el 72% de votos en la segunda vuelta, tenga ahora un magro 34% de aprobación. Añádase que el 47% piensa que la situación del Gobierno empeorará en los próximos meses. Asimismo, que el 62% piensa que no va a terminar su gobierno.
Otro factor importante que está transcurriendo en paralelo a la crisis de la vacancia es la crisis del Gabinete. No hay indicio alguno de que Mirtha Vázquez vaya a remontar la situación crítica en la que se encuentra. A todas luces peleada con el presidente, desprestigiada por ambos lados del espectro político por el pésimo manejo de la crisis minera en Ayacucho y solo con un 29% de aprobación, está en capilla.
¿Qué impacto podría tener en el pedido de vacancia la eventual juramentación de un nuevo Gabinete en los próximos días?
No queda claro que esto se produzca, pero, de ocurrir, dependerá mucho de las características que tenga. Si Cerrón triunfa en su fuerte presión a Castillo para que vuelva el redil y asume, digamos, Hernando Cevallos, actual ministro de Salud. Si con él se mantienen los ministros cuestionados desde el centro a la derecha (MTC, MEF, MEM, Minedu) y entran algunos ministros filo-cerronistas, podría producirse una corrida de votos desde la que podríamos llamar “oposición blanda” hacia la vacancia.
Si es cierto que existe algún nivel de acuerdo con APP (y que este sobrevive después de lo que se dijeron ambos el lunes por Twitter) y le dan el premierato a, digamos, Daniel Abugattás, excandidato por APP al Congreso por Lima. Si con él se confirma un giro de Castillo hacia el centro izquierda, lo que podría crecer es una oposición de izquierda radical, agregando varios nombres más a los 17 congresistas que ya lo son.
Me inclino a pensar que en ninguno de los dos casos llegarían a los 87 votos. Claro, ello cambiaría dramáticamente si se documenta que algunos de los temas más sensibles que rondan al presidente lo involucran grave y directamente.