Si seguimos las declaraciones de un grupo activo en Twitter y sus referentes periodísticos y políticos, el Gobierno actual sería de izquierda radical. Estaría cometiendo un genocidio al oponerse a que los privados adquieran vacunas (que no hay). Francisco Sagasti, cuyas ideas se encuentran desde hace décadas en la tecnocrática Agenda Perú, es en realidad un encubierto comunista emisario del Foro de Sao Paulo y amigo de terroristas. El Partido Morado es Moradef, émulo del prosenderista Movadef.
Esto que parece ciencia ficción es desde hace años el repertorio de una serie de actores mediáticos y políticos para atacar a sus opositores, y que hoy tiene rostro electoral en la candidatura de Rafael López Aliaga. Se usó antes, por ejemplo, para criticar a Vizcarra, que de mediocre y opaco puede tener mucho, pero de comunista poco o nada. Los comunistas radicales existen, hemos tenido varios, pero calificar así a todo lo que se mueva bajo el sol es mentir y exagerar.
El fenómeno no es local. Se repite en distintos lugares donde la alianza entre un discurso populista conservador y el uso de noticias falsas ha hecho avanzar candidaturas derechistas (en otros se han visto versiones populistas de izquierda).
Aunque sea evidente, hay que machacar que todo esto es falso o exagerado. Con estos dichos altisonantes en realidad se banaliza lo que es un verdadero genocidio o un totalitarismo. La política democrática busca canalizar el conflicto entre diferentes posiciones, pero un primer paso para ello es que los rivales no se presenten como enemigos mortales.
Obviamente no se trata de ser ingenuos y creer que con denunciar la falsedad de estos discursos sus promotores los abandonarán. La mayoría sabe bien en el juego de exageración y polarización en el que se han metido. Sí, hay quienes creen lo que dicen. Pero hay más que convicción en sus discursos. Lo que buscan es construir dicotomías que los favorezcan electoralmente y les permita avanzar sus agendas. Se ganará poco, entonces, diciéndoles a sus líderes que esas mentiras abren una ruta peligrosa para la comunidad. En la búsqueda de la segunda vuelta, y soñando con un país de valores tradicionales, dudo les importe lo que vayan destruyendo en el camino.
Creo que se gana más hablando a sus simpatizantes, aunque muchos no quieran escuchar. Primero, buscando entender a estos votantes. Como se ha mostrado una y otra vez en diversos países que han visto crecer candidatos de este tipo, es un error atacar y denigrar a quienes los apoyan o los ven como una posibilidad atractiva. La pelea debe ser con el jefe y su grupo, no con ellos. Más que insultarlos o calificarlos, hay que conocer sus miedos, entender sus preocupaciones, aunque no se pueda responderles con las propuestas que seguro preferirían.
Lo otro es mostrar a estos simpatizantes los costos de apoyar un candidato que se ha colocado al extremo en una serie de temas. Señalarles que esta ruta es peligrosa…pero para ellos. Tal vez ese sea el mejor mensaje electoral que ha sacado Hernando de Soto en toda la campaña: resaltar el posible costo para la derecha de un conservadurismo en segunda vuelta.
Quizás este combo conservador sí alcance para salir del sector AB limeño y ser más competitivo que otras derechas. Pero podrían darse con la sorpresa que al apoyar una candidatura de este tipo se han colocado en un extremo y sin capacidad de tender puentes. Así, sería más débil que otras derechas para ganar una buena bancada o entrar en segunda vuelta.
Por supuesto, el atractivo de esta estrategia dependerá del crecimiento en las encuestas del candidato. Un nuevo salto brindará seguridad a sus parciales y probablemente atraiga más votos. Pero un estancamiento, o un crecimiento limitado, puede despertar las alertas de la insuficiencia del candidato López Aliaga para llegar a segunda vuelta.