La incapacidad de Pedro Castillo para gobernar el país no es el mayor problema que enfrentamos los peruanos. Lo es el intento desde Perú Libre de capturar el poder, copando el aparato estatal con personajes de dudosa reputación y sin competencias mínimas. Y esto es sumamente grave porque Vladimir Cerrón ya ingresó al poder. Y a diferencia de Castillo, Bruno Pacheco, Karelim López y los asesores chotanos, el grupo de Cerrón es mucho más hábil y tiene un proyecto político claro y una estrategia para lograrlo.
En los casi siete meses que lleva Castillo en el poder, difícilmente podemos encontrar un ministro con las cualidades profesionales y la experiencia necesaria para llevar la cartera que se le ha encomendado. Por ejemplo, hace unos días, el nuevo titular de la PCM confesó que los ministros están en evaluación. Es decir, primero se les amarra el fajín y luego se analiza su idoneidad para el cargo. Mientras tanto, millones de dólares en inversiones y presupuesto público están en juego. Por su parte, el ministro de Salud, Hernán Condori, nos ha anunciado que él no renunciará, pese a todos los cuestionamientos que existen en su contra. Y lo hace con la altanería y el poder que le da saberse protegido por Cerrón. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que Juan Silva siga dirigiendo el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) y su gigantesco presupuesto? La minería genera el 9% del PBI en el Perú y hoy el Ministerio de Energía y Minas (Minem) está en manos de un hombre de Cerrón, que ya comenzó a copar el ministerio y que probablemente presionará a las mineras para lograr aportes para financiar la campaña electoral regional.
Sabemos de la incapacidad del Estado Peruano y de los políticos actuales para resolver los problemas del país. Y sabemos también que esto no va a cambiar. Por ello, es momento de que los líderes empresariales levanten la voz y hagan propuestas concretas para resolver los grandes problemas que enfrentamos, como, por ejemplo, la reforma política o la fallida descentralización, que ha generado el surgimiento de élites regionales que han capturado los gobiernos subnacionales y sus presupuestos. Y que logran afianzarse y crecer sobre la base de redes clientelares. Un círculo vicioso donde se enriquecen unos cuantos a través del uso indebido del poder en desmedro del resto de peruanos.
En una democracia, todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Sin embargo, en la realidad del Perú, esto no es más que letra muerta, porque aquí hay unos que son más iguales que otros. Y si realmente queremos cambiar al país y encauzarlo al desarrollo, tenemos que comenzar por mirar con transparencia la realidad que enfrentamos. Los distintos actores en la sociedad tienen distinto acceso a los medios de comunicación y a las instituciones políticas y económicas, esa es una realidad en este y en todos los países del mundo. Y ese poder debe ser ejercido con responsabilidad. Los empresarios peruanos y los líderes de opinión tienen la posibilidad de ejercer presión para que el gobierno de Castillo deje de jugar al cuy con el país. Y tienen la obligación de hacer escuchar su voz.
Y es que los empresarios, antes que empresarios, son ciudadanos. La ciudadanía nos confiere derechos, pero también y, sobre todo, deberes. Participar responsablemente en política es uno de ellos. Y los peruanos que creíamos hace unos años que estábamos a un pasito de la OCDE estamos lejos de ejercer nuestra ciudadanía con madurez y responsabilidad. De hecho, preferimos no ejercerla, nos hemos alejado de la política y señalamos con el dedo acusador a quienes creemos que son responsables de la crisis actual. Pero no nos llamamos a la reflexión y preferimos no darnos cuenta que somos tan responsables de esta como quienes nos gobiernan. Primero, porque los hemos llevado al poder. Y segundo, porque al no participar en política, le dejamos el espacio a los peores. (Platón dixit).