Si el candidato que lidera en las encuestas, Pedro Castillo, gana las elecciones presidenciales del 6 de junio, podría ser el candidato de izquierda más radical en ganar una elección latinoamericana en los últimos años. La plataforma que presentó para postularse para la primera ronda electoral en abril parece sacada de la revolución rusa de 1917.
No estoy bromeando. Castillo, de 51 años, es un maestro de escuela primaria y líder sindical que saltó a la fama cuando encabezó una huelga de maestros en el 2017. Su rival en estas elecciones, la candidata de derecha Keiko Fujimori, dice que Castillo convertiría al Perú en un país en “comunista” si gana.
En días recientes, me leí la plataforma política de 77 páginas con la que el partido Perú Libre de Castillo registró su candidatura para la primera vuelta. Aunque Castillo la reemplazó por una versión más “light”, el documento original dice mucho sobre de dónde viene el candidato.
El documento, titulado “Perú Libre: Ideario y programa” fue escrito por el fundador y secretario general del partido, Vladimir Cerrón, un médico graduado en Cuba y exgobernador estatal que se describe a sí mismo como marxista. Cerrón fue citado por el diario “Gestión” diciendo en el 2019 que “la izquierda tiene que aprender a quedarse en el poder, y eso es lo que ha hecho Venezuela”.
Cerrón nombró a Castillo para postularse como candidato de su partido después de que fue inhabilitado para presentarse él mismo por una sentencia.
El primer capítulo del documento del partido, titulado “Sobre la naturaleza del partido”, dice que es “una organización de izquierda socialista”. Agrega que “para ser de izquierda se necesita abrazar la teoría marxista” y ser “marxistas, leninistas, o mariateguistas”.
En su segundo capítulo, titulado “Hacia una nueva constitución política”, dice que una vez que llegue al poder, el partido convocará una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución. La nueva constitución allanará el camino para un país que ya no estará “sometido” al “gobierno de los Estados Unidos” y las instituciones financieras internacionales, señala.
En su tercer capítulo, titulado “Nuevo régimen económico del Estado”, dice que las empresas multinacionales deberán pagar el 80% de sus ganancias al gobierno peruano. Si se niegan a hacerlo, Perú podrá optar por su “nacionalización”.
En su cuarto capítulo, titulado “Nueva escuela pública orientada a la liberación”, el documento propone un nuevo sistema escolar que forme ciudadanos “autónomos y revolucionarios”.
En su sexto capítulo, “Sobre política de transporte y medios de comunicación”, dice que la concentración de medios en manos privadas “no solo debe ser combatida, sino prohibida”. Un subcapítulo titulado “Legados de Lenin y Fidel” afirma que “gran razón tenía Lenin cuando manifestó que la verdadera libertad de prensa en una sociedad solo es posible cuando ésta se libere del yugo del capital”.
La nueva plataforma política de Castillo, que presentó en mayo, parece más moderada, pero no es muy diferente. Promete convocar a un referéndum para redactar una nueva constitución.
El plan de Castillo es una copia fiel del manual chavista. Consiste en ganar y aprovechar la luna de miel poselectoral para convocar una asamblea constituyente, y aprobar una nueva constitución que luego le permita al presidente atornillarse en el poder.
Estamos viendo los coletazos políticos de la pandemia del COVID-19, que ha destruido la economía, aumentado el desempleo, y llevado a muchos peruanos a buscar soluciones radicales, o más bien mágicas.
Fujimori también tiene genes autoritarios. Pero hay una gran diferencia entre Fujimori y Castillo. Mientras Fujimori promete respetar el Estado de derecho y se ha rodeado de excríticos suyos que tienen sólidas credenciales democráticas, Castillo promete cambiar la Constitución para crear un Estado autoritario y ha mantenido a Cerrón como líder de su partido. Con Castillo, Perú puede elegir un camino sin retorno.
–Glosado y editado–
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