Me despedí de Fritz Du Bois anteayer, en la misma sala de su casa en la que él me recibió hace seis meses para escuchar mi propuesta de publicar, juntos, la investigación del Caso López Meneses.
Le llevé una flor al mismo lugar en donde él me mostró su laya de periodista, su capacidad de decidir sobre la marcha, su coraje y su visión de las batallas que hay y habrá que librar para defender la democracia y la libertad en nuestro país.
Lo había llamado al filo de las 11 de la noche del lunes 11 de noviembre. Un par de horas antes habíamos logrado identificar el rostro del operador de Montesinos en una foto donde aparecían otros invitados a una ceremonia policial que no había sido pública.
Fritz me contestó el teléfono y, sin que tuviera que esforzarme, entendió que debíamos conversar, personalmente. Llegué a su casa poco antes de la medianoche, y como era Fritz, fui directo al grano. Le conté la investigación que habíamos realizado. Le advertí de los tentáculos que se movían alrededor del caso, y solo me detuve para explicar por qué había demorado tanto tiempo en reunir los elementos para publicarla.
Él me preguntó: “qué vas a publicar”, y yo le respondí: “Solo lo que puedo demostrar”. “Así me gusta”, me dijo. “Solo los hechos y lo que se puede probar”, agregó.
Yo quería sacar el reportaje la noche del martes; y le ofrecía reservar una parte de la información para que El Comercio lo citara, con algo fresco, al día siguiente; pero no fue así. ‘Fricho’ me negoció la primicia.
No usó los argumentos que el director de un medio importante podría utilizar. Du Bois era sencillo. “Es un tema fuerte que puede terminar siendo peligroso”, me dijo, y añadió algo tan inteligente como divertido: “Los que consumen prensa se enteran temprano; los que consumen televisión se enteran a la hora de su programa favorito”. La noticia se publicó primero en El Comercio y después en mi programa de televisión.
Gracias Fritz por tu solidaridad, por confiar en mi trabajo, por dejarme conocer tu coraje, tu decisión y tu valía. Tus detractores políticos te acusaron de “defender intereses creados” porque tú eras un periodista graduado en humanidades, experto en economía y en comercio exterior; y la mayoría de ellos –ni siquiera– ha terminado la universidad. Pero, sobre todo, te acusaron porque defendías tus ideas con tu mente brillante y tu corazón valiente y ellos te temían. Eras un adversario al que ninguna campaña podía doblegar.
“Y qué crees que va a pasar”, me preguntó, cuando ya nos habíamos parado para despedirnos. “Solo vamos a saber toda la verdad cuando se acabe este gobierno”, le contesté. “Es bueno saberlo”, anotó Fritz, esbozando su sonrisa de siempre.
Tuve el honor de trabajar con Fritz Du Bois Freund, y también de ser su amiga. Pero su partida no me duele solo como colega y como amiga, me duele como peruana, porque el país ha perdido un guerrero en la lucha inagotable por la libertad, un valeroso y sesudo defensor de las ideas modernas y liberales, un apasionado enemigo de la corrupción y el fanatismo.