El presidente Martín Vizcarra se hizo presente en la ceremonia de entrega de credenciales de los nuevos congresistas. Quería estar en la foto.
Se trata de un acto protocolar. Es un evento de formas. En este ritual los congresistas electos se convierten en congresistas formalmente reconocidos.
¿Quién se encarga de proclamar a los congresistas?
No pueden ser ellos mismos, por supuesto. Como no son funcionarios del Gobierno, tampoco cabe que sea el Ejecutivo. Le toca, por eso, al Jurado Nacional de Elecciones tomar juramento y proclamar.
El 30 de setiembre se quebrantó el orden constitucional. El presidente Vizcarra lo hizo bajo la figura de la “denegación fáctica”, que no existe en la Constitución.
El presidente se apoyó en una pérdida de prestigio del Congreso anterior. Había una crisis de representación, que se usó para quebrar la continuidad constitucional.
El nuevo Congreso tiene como tarea primordial recomponer la representación política. Esta tarea viene con otra: restablecer el balance y la separación de poderes.
Hijo del desequilibrio de poderes, este Congreso tiene esta condición congénita. El Gobierno, ante todo, se organiza “según el principio de la separación de poderes” (Const. Art. 43).
Esta tarea no se verá reflejada en una ley. Se verá en la actuación parlamentaria. Es una misión tan importante, que debería empezar desde el primer día.
El primer día, sin embargo, en cuanto a esta tarea, ha sido opacado por la presencia del presidente Vizcarra en la entrega de credenciales.
Si la misión es recuperar la separación de poderes, ¿qué hace el máximo representante del Poder Ejecutivo en la entrega de credenciales a los representantes del Legislativo?
El presidente, por supuesto, no ha hecho nada ilegal. Estamos hablando de formas y de lo que ellas expresan.
En las formas se disuelve la separación de poderes. La presencia de Vizcarra apunta a eso mismo: “Yo soy parte de esto”.
Suponemos que Vizcarra ha querido decir que él cerró el Congreso desprestigiado y que él abre, ahora, el nuevo Congreso. Su presencia no quiere ser solo decorativa.
Quizá el mensaje es “me hago responsable de este cambio de Congreso”. Tal vez: “Gracias a mí se produjo el cambio de Congreso”. Cabe, por último, que sea una ingenuidad.
El campo de las interpretaciones es amplio y subjetivo. Por eso causa extrañeza la presencia del mandatario en una ceremonia en la que no tendría que estar.
No debe darse pie a la subjetividad en un tema tan delicado. Es delicado, porque esta ceremonia proviene de un quebrantamiento de la Constitución y debe proyectarse hacia un restablecimiento de la esencia constitucional.
Hay que recordar, además, que el presidente Vizcarra no fue escrupuloso en el proceso electoral. En un momento recomendó a la población cómo votar.
Voten por los candidatos que ofrezcan eliminar la inmunidad parlamentaria, dijo el jefe del Estado. El Jurado Electoral de Lima Centro 1 tuvo que “recomendar” a Vizcarra que se conduzca respetando el principio de neutralidad (Resolución 00059-2020-JEE-LIC1/JNE).
Debemos confiar en nuestro sistema electoral. Sin esa confianza, se cae el sistema de representación. Por eso es importante mantener las formas.
En esta ceremonia el Jurado Nacional de Elecciones entrega credenciales a los elegidos. No debería haber sombra alguna sobre la neutralidad del proceso o la independencia de los elegidos.
La presencia del presidente, tan bienvenida en muchas ocasiones y lugares, es aquí una sombra. Hace sombra. Ensombrece.
Entendemos el entusiasmo del presidente. Ha querido, como se dice, “estar en la foto”. Su ánimo publicitario, sin embargo, quita protagonismo a quien debería presidir el evento: el presidente del Jurado Nacional de Elecciones.
Vizcarra también ha puesto en juego la independencia de los congresistas. ¿Se dedicarán a consagrar las reformas políticas que reclama el Ejecutivo? ¿Harán las propias?
El nuevo Congreso, ¿revisará los decretos de urgencia o se dedicará a aprobar reformas electorales con miras a los comicios del 2021?
Más allá de las formas, se verá si el Congreso es una extensión de Vizcarra o no. Se verá si el Congreso se acopla al Ejecutivo o si traza su propio camino.
La foto, por lo pronto, no es buen augurio.