Los haitianos no van a elecciones desde el 2016. Su presidente fue asesinado en el 2021, no tienen Parlamento y el primer ministro encargado del gobierno dimitió esta semana. No hay ley ni orden, y los únicos que parecen tener el control son las organizaciones criminales. Haití es un país cooptado por las pandillas y entregado a las decisiones que se toman fuera de sus fronteras.
Al presenciar las continuas crisis de Haití, el país más pobre de América, se le termina catalogando como un estado fallido en el que las instituciones no funcionan y la población sobrevive con lo poco que tiene.
En una interesante entrevista de la BBC, Jake Johnston, un economista experto en Haití del ‘think tank’ estadounidense Center for Economic and Policy Research, señala que es más pertinente calificar a Haití de “estado dependiente”, pues es un término que explica mejor cómo la desastrosa situación del país caribeño es la consecuencia de una larga lista de intervenciones internacionales, desde el colonialismo francés, la ocupación estadounidense de inicios del siglo XX hasta la fallida misión de la ONU en los 2000 y las miles de ONG que mostraron cómo la corrupción también se esconde detrás de la llamada “ayuda humanitaria”.
“En el corazón de la situación de Haití hay un contrato social roto, un Estado que no rinde cuentas o no representa a la población en sí”, señala Johnston.
En esta lista de responsabilidades, las autoridades haitianas no quedan al margen. Desde la dictadura de los Duvalier –padre e hijo dirigieron el país entre los 60 y los 80–, los gobiernos han pactado con grupos paramilitares para poder mantenerse en el poder, los cuales se han hecho cada vez más fuertes en los últimos años. Las 200 pandillas que hay en el país –que también se dedican al narcotráfico– controlan actualmente el 80% de la capital, Puerto Príncipe, y ‘Barbecue’, el líder de la organización más grande, fue quien le dio el ultimátum al primer ministro Ariel Henry para que renunciara, cosa que finalmente hizo.
Henry –que ni siquiera está en Haití, sino que quedó varado en Puerto Rico– seguirá en el cargo hasta que se instale un Consejo Presidencial de Transición, una decisión que, para variar, no tomaron los haitianos, sino que se adoptó en Jamaica bajo la supervisión de Washington.
No está de más recordar que Haití fue el segundo país del continente americano en independizarse (en 1804, después de EE.UU.). La revolución fue liderada por esclavos negros, una osadía que debió pagar muy caro, pues Francia le cobró miles de millones de dólares, en una deuda que apenas canceló a mediados del siglo XX. Un dinero que pudo ir para su propio desarrollo, pero que terminó llenando las arcas de los bancos occidentales.