Habría que vivir en otra galaxia para no entender que la independencia peruana es un proceso y exhibe una serie de hitos, siendo uno de los más importantes la publicación, el 4 de agosto de 1822, de “La Abeja Republicana”. En el mismo año que el motín contra Bernardo Monteagudo desafió y derrotó el proyecto protectoral –defensor de una monarquía constitucional–, nació un bisemanario cuyo objetivo principal fue no escribir para los “sabios” sino “para el pueblo” en un lenguaje didáctico y sencillo. Porque, aunque tuvo una vida breve –que transcurrió en medio de la guerra, la inestabilidad política y la desesperanza–, la “laboriosa abeja” fue el punto de partida de una extraordinaria revolución comunicacional. Legándonos un vocabulario y un estilo de propaganda republicana que todavía resuena a pesar de sus casi doscientos años de vida. Los meses de popularidad del periódico, que se distribuía en una pequeña tienda de tabaco y papeles impresos de la calle Bodegones, coincidieron con la instalación y puesta en marcha del Primer Congreso Constituyente. Respecto a este hito fundante, que muchos valoramos y reconocemos, cabe mencionar el impacto que tuvo entre los testigos de la época. “Jamás ceremonia” alguna produjo en el Perú “una emoción más intensa”, recordó Germán Leguía y Martínez. Era como si en ella, proseguía el historiador liberal, se hubieran encendido “en adoración, en ilusión y en esperanza el alma de todo un pueblo hondamente impresionado ante una de las más serias y críticas etapas de su reciente vida”.
La “constitución de la república” inspiró una variedad de discusiones en “La Abeja Republicana”. El debate abierto al público tuvo que ver con una necesaria “descolonización de las costumbres” coloniales (básicamente la transformación del vasallo en ciudadano), pero también con una idea sumamente novedosa para la época, la pobreza precipitaba a que los pueblos fueran gobernados por déspotas. Esta temprana conexión entre el impacto de la carencia material sobre la institucionalidad republicana sorprende, así como también ocurre con la discusión en torno a la “empleomania” y la corrupción que se denuncian como ataques de los “serviles” a la hacienda pública. Alberto Tauro del Pino, uno de los brillantes miembros de la Comisión del Sesquicentenario a la que nunca terminaremos de agradecer la publicación de miles de folios de fuentes primarias de nuestra independencia –entre ellas, “La Abeja Republicana”–, señala que en las páginas del periódico patriota se defendió la libertad que la filosofía de la Ilustración reconoció extensible a todos los hombres. Más allá de las limitaciones de este aserto, en el bisemanario se subrayó la importancia de las asociaciones (frenos contra el egoísmo), además del reconocimiento del interés común y la moderación de las pasiones en aras de sentimientos solidarios que debían beneficiar a la sociedad en su conjunto. Una riquísima discusión que nació en la adversidad y que hoy con el apoyo de Petroperú, a quien agradecemos infinito, regresa en otro momento de prueba para la república peruana.
Cuando empezó la pandemia, el Proyecto Especial Bicentenario, concretamente su comité editorial ad honorem, se abocó en la tarea de transformar esta conmemoración (¿quién en su sano juicio puede celebrar con cien mil muertos?) en una oportunidad de reflexionar sobre las luces y las sombras de nuestra república. Una primera muestra de este cambio de rumbo que muy pronto se hará evidente –mediante la publicación de dos series dedicadas a maestros y escolares, un libro sobre el proceso de la independencia a lo largo del Perú, la inauguración de la Biblioteca Digital Bicentenario y la convocatoria a un congreso nacional titulado Repensar la República– fue “25 ensayos desde la pandemia para imaginar el Perú Bicentenario”. Ahí escribí unas cuartillas que ahora vienen a memoria. “Una buena manera de abordar esta ‘conmemoración’ marcada por la tragedia es regresar al hito fundante: un mundo plagado de conflictos y problemas… similares a los que estamos viviendo en la actualidad”. Porque si aprendemos las lecciones del pasado quizás podamos construir una república en la que todos los peruanos se sientan representados pero, lo más importante, apreciados y amados. De esa manera honraremos a quienes trabajaron por el bien del Perú que hoy clama por cuidado y dedicación para seguir existiendo.