En la compleja receta que demanda el correcto manejo macroeconómico de un país, la confianza y el optimismo del sector privado son tan indispensables como difíciles de conseguir. Para cosecharlos se requiere del suelo fértil que representa un diagnóstico detallado y honesto del estado de la economía y de las expectativas de los agentes económicos, la siembra de medidas adecuadas para facilitar sus decisiones de inversión y un riego constante de coherencia entre lo que se anuncia y lo que se ejecuta en realidad.
Por ello, la forma en que el ministro de Economía y Finanzas, Kurt Burneo, ha presentado el plan de reactivación económica “Impulso Perú” podría hacer que este no solo no logre su objetivo de recuperar la confianza e impulsar la inversión privada para estimular el crecimiento de la economía, sino que podría tener el efecto contrario debido a que está buscando generar expectativas que serán imposibles de satisfacer.
Ya muchos, incluyéndome, hemos advertido que los pronósticos que hizo el MEF en su Marco Macroeconómico Multianual (MMM) en agosto eran demasiado optimistas, pues presagiaban que la economía peruana crecería 3,3% este año y 3,5% el próximo, muy por encima del consenso de los analistas.
Pero al presentar el plan “Impulso Perú”, Burneo ha ido incluso más allá y ha aclarado que estas cifras no incluían los efectos de este paquete, y que, de concretarse, el PBI peruano lograría aumentar 3,9% en el 2022 y 4,3% el próximo año.
Para ilustrar qué tan excesivamente optimistas son estas previsiones, basta con mirar los pronósticos que el Banco Central de Reserva (BCR) presentó ayer en su último reporte de inflación.
Pese a que sus cálculos ya incorporan los efectos esperados de “Impulso Perú”, el BCR no solo no ha mejorado los pronósticos para la economía peruana de 3,1% para el 2022 y de 3,2% para el 2023, que hizo en junio, sino que los ha recortado ligeramente y ahora estima que el avance será de 3% este año y el próximo.
Y es que, si se revisan en detalle las 36 medidas propuestas hay muy pocas que realmente puedan mover de manera radical la brújula de las decisiones de inversión en el sector privado. Además, el impulso por el lado de la inversión pública que busca el plan podría complicarse el próximo año por el cambio de autoridades.
Igual hay que decir que la presentación de un plan de esta naturaleza es un paso en el camino correcto por parte del MEF, especialmente en un contexto en el que otros sectores como Trabajo parecen abocados a dificultar la generación de empleo y la mejora de la productividad con medidas como los límites a la tercerización laboral.
Sin embargo, sería mejor que el MEF sincere sus proyecciones y también incorpore en su diagnóstico y en sus prioridades la realidad que nos muestra la desaceleración del avance del PBI en julio a 1,41%: que si no se resuelven los conflictos sociales y se garantiza la operación continua de las minas del país, poco o nada se va a poder hacer para asegurar el crecimiento económico.