Esto no es una broma: a medida que entramos en la campaña para las elecciones legislativas del 2022, el Partido Republicano de Donald Trump está intensificando su histeria antiinmigrante haciendo sonar las alarmas sobre una supuesta invasión de inmigrantes indocumentados con ropa de marca y carteras de Gucci.
“Tuvimos 40.000 brasileños que vinieron por el sector de Yuma (Arizona), en camino a Connecticut, con ropa de diseño y bolsos Gucci”, dijo el senador republicano Lindsey Graham a Fox News el 12 de octubre. “Esto ya no es migración por motivos económicos”.
Cuando el diario “The Washington Post” le pidió pruebas de su afirmación, la oficina de Graham entregó una foto de un bolso que el periódico posteriormente concluyó que muy probablemente no era de Gucci.
Cuando le pregunté a un funcionario brasileño sobre los inmigrantes indocumentados con carteras de Gucci, se rio y agregó que apostaría a que esos bolsos eran falsificados. Me explicó que en Brasil mucha gente compra artículos de marca falsificados en la calle o en mercados de pulgas.
Pero la alarma sobre el supuesto crecimiento de inmigrantes indocumentados de clase media es solo una nueva versión de las tácticas de miedo de los trumpistas para hacer creer a los estadounidenses que están amenazados por una avalancha de inmigrantes de piel oscura del Tercer Mundo.
De hecho, como hemos dicho en esta columna muchas veces, Estados Unidos necesita desesperadamente más inmigrantes, no menos.
Estados Unidos tiene una población cada vez más vieja y una fuerza laboral cada vez más reducida, lo que significa que necesita urgentemente más jóvenes para pagar las pensiones de quienes se jubilan.
Según el Banco Mundial, la tasa de fertilidad de Estados Unidos ha caído de 3,65 hijos por mujer en 1960 a 1,73 hijos por mujer en el 2021. Eso está por debajo de la tasa de 2,1 hijos por mujer que necesita el país para reemplazar a la gente que muere anualmente.
Y ahora mismo hay una escasez de mano de obra en todas partes en Estados Unidos. Un número récord de trabajadores estadounidenses (4,3 millones, para ser exactos) renunciaron a sus trabajos en agosto porque las personas están exigiendo mejores salarios y horarios más flexibles.
Trump y otros aislacionistas antiinmigrantes dicen que no están en contra de la inmigración, sino solo en contra de la inmigración ilegal. Pero esa es una gran mentira: durante el gobierno de Trump, Estados Unidos redujo administrativamente la inmigración legal en casi un 50%, según la Fundación Nacional para la Política Estadounidense (NFAP).
Todo el problema de la inmigración en Estados Unidos está siendo etiquetado erróneamente como una “crisis fronteriza”, cuando en realidad se trata de una “crisis
latinoamericana”.
A menos de que abordemos las causas de fondo de la emigración, los latinoamericanos seguirán yendo a Estados Unidos, legal o ilegalmente.
Yo solía pensar que la mejor solución para reducir la migración ilegal era una zona de libre comercio hemisférico. Pero eso es políticamente inviable hoy en día, porque han prevalecido los miopes intereses proteccionistas tanto en Estados Unidos como en América Latina.
Pero hay otra forma en que Washington puede promover el progreso regional: ofrecer incentivos a las multinacionales estadounidenses para que diversifiquen sus cadenas de suministros de China y las trasladen a América Latina.
Eso produciría una avalancha de inversiones estadounidenses en América Latina, y reduciría la necesidad de migrar. Biden debería convertir esta iniciativa en la piedra angular de la Cumbre de las Américas del próximo año, que se celebrará en Estados Unidos.
No creo que haya muchos indocumentados que crucen la frontera con carteras Gucci. Pero si los hubiera, nunca vamos a resolver la mal llamada “crisis fronteriza” hasta que comencemos a resolver la “crisis latinoamericana”.
–Glosado y editado–
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