No hay duda, el oficialismo está quebrado. Esto es tan cierto que ayer la presidenta del Consejo de Ministros, Ana Jara, mencionó, aunque solo como una posibilidad, que fuera una “facción” del Gobierno la que hubiera ordenado el reglaje a la vicepresidenta Marisol Espinoza y a otros actores políticos por parte de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI).
El lenguaje tiene esa fuerza. Bien decía Marco Aurelio Denegri, en su columna en este Diario, que “solo existe lo que se nombra”; incluso la Creación entera es obra del verbo, pues fue necesario el ‘Fiat’ (‘Hágase’) para que hubiera luz y agua y aire y seres vivientes.
Pero esta vez se trata de asuntos más cotidianos y Jara no habrá dicho “fiat” pero sí ha dicho “facción”, y no porque se le haya escapado. Si lo tuiteó, debe ser porque hay una corriente así en el subsuelo del Gobierno, erosionando los cimientos. Este fue su tuit mañanero: “No hay política o directiva del Gob., en ese sentido! [reglaje] Pero de existir facción que lo hubiere hecho de manera paralela, será erradicada!”.
La jefa del Gabinete goza del respeto de buena parte de la oposición, algo poco común en el ambiente político peruano, pero no le ocurre lo mismo desde dentro de su propio Gobierno. Jara cree poder asegurar que no hay directiva del Gobierno para espiar a nadie, ¿pero qué tanto puede ella garantizarnos que esto realmente es así?
El hecho de que admita la eventual necesidad de erradicar facciones paralelas hace pensar que ella también tiene sus dudas. Si no las tuviera, con todo respeto, sería una mujer ingenua y está claro que no lo es.
Es más, de dónde vendría la facción que se atreve a espiar a cualquiera que considere ‘peligroso’ se va haciendo más evidente cada día. Al ministro del Interior no lo ha podido poner en orden ni siquiera Jara, que es su jefa. Daniel Urresti sigue interpretando un papel protagónico propio que responde a un guion que no es el de Jara.
Mientras tanto, Daniel Abugattás, líder de la bancada humalista en el Congreso, expresa la necesidad de una investigación de los casos de espionaje, pero rechaza la posibilidad de que sea el Gobierno el que esté detrás.
Su argumento es que “los primeros perjudicados somos nosotros, el Partido Nacionalista, Gana Perú”. Se le escapa, sin embargo, que ese “nosotros” no existe más.
La autodestrucción podría venir de personajes muy comprometidos con el Gobierno, pero que no necesariamente son del Partido Nacionalista ni de Gana Perú. No sería la primera vez que malos militares se enquistan en el Gobierno y mueven las piezas de acuerdo con intereses no democráticos. Ya nos pasó, más de una vez, y siempre con terribles consecuencias.
A poco más de un año de las elecciones generales, los que se creen con posibilidades de tentar la Presidencia de la República o algún puesto cercano rompen filas y disparan a discreción, no escatiman balas y apuntan contra quien les resulte más conveniente disparar, los de casa incluidos.
Si de verdad se trata solo de una facción del Gobierno, aún están a tiempo de erradicarla, tal como ha dicho Jara. ¿Con quién está el presidente de la República (y su primera dama)? Su comportamiento ante este vergonzoso caso de espionaje de adversarios y de personajes de casa que podrían resultarles incómodos en algún momento lo obliga a ser más tajante de lo que fue en su pobre pronunciamiento de ayer. Solo entonces sabremos si nos está pasando otra vez.