Hubo una época en la que las sesiones del Consejo de Ministros se iniciaban poniendo sobre la mesa temas de coyuntura política. El moderador de esas sesiones era el presidente de la República. Era el gobierno de Alan García, quien no solo respiraba política, sino que incluso su muerte fue un acto político.
Los tiempos han cambiado y los actores mucho más. Con contadas –y breves– excepciones, llegar a ser ministro ya no es coronar una trayectoria profesional y política sirviendo al Estado. Con el gobierno de Pedro Castillo asistimos a la degradación del cargo.
Desde este espacio siempre celebraremos que un profesional reconocido por sus méritos y trayectoria sea ministro y, por eso, nos pareció un acierto la designación de José Arista en la cartera de Economía y Finanzas en tiempos en los que la economía peruana no pasa por su mejor momento.
La noticia llegó la semana pasada: la calificadora de riesgos Standard & Poor’s Financial Services LLC bajó la calificación del Perú de ‘BBB’ a ‘BBB-’ (calificación soberana de largo plazo en moneda extranjera). “La persistente incertidumbre política supone un costo de oportunidad para el crecimiento, a pesar de los precios favorables del cobre. Un crecimiento moderado, especialmente en términos per cápita, limitará las condiciones socioeconómicas del Perú. El país ya tiene niveles de ingresos más bajos que muchos de sus pares en la región”, sentenció la agencia.
Ocho años de zozobra política pasan factura.
Consultado sobre esta rebaja, el ministro Arista no tuvo mejor idea que afirmar que el gobierno de Dina Boluarte, al que pertenece, es débil.
Según Arista, “definitivamente se trata de una administración débil”.
De esto modo, Arista explicaba que, si bien las agencias calificadoras consideran que la economía peruana tiene pilares sólidos, “en la parte política indican muchos cuestionamientos”.
Si bien el ministro no estaba diciendo ninguna mentira, estaba respondiendo como un economista y no como parte de un Gabinete y encargado de una de las carteras más importantes. En otras palabras, Arista le daba la razón a la calificadora.
¿Tenía Arista que mentir? No. Pero pudo tener una salida política.
La rección de la presidenta Dina Boluarte fue enmendarle la plana públicamente al ministro calificando su gobierno como uno “sólido, fuerte y unido”.
Tampoco había que exagerar, pero Boluarte entendió que se requería una respuesta política.
Cuando los ministros entiendan que en lugar de esbozar elaborados diagnósticos técnicos de sus sectores lo que tienen que hacer es empezar a interesarse por la política y ejercerla, probablemente tengamos menos errores y quizás algún logro.