La escasa popularidad de Dina Boluarte se extingue mes a mes. Su credibilidad también está por el subsuelo. Los problemas no cesan para la presidenta y cada día aparece una nueva denuncia en su contra. Lejos de salir a encarar las imputaciones, la presidenta ha optado por mantener prolongados silencios y, cuando finalmente decide salir a hablar, termina enredándose más. La inacción del Congreso es lo único que la mantiene a salvo y segura en el cargo.
Este mes, Boluarte ha batido un récord histórico negativo. De acuerdo con la última encuesta de Datum para El Comercio, la aprobación a la mandataria ha descendido al 7%. Una cifra tan baja solo la tuvo Alejandro Toledo en su peor momento, en junio del 2004. Atrás quedaron los tiempos en que la aprobación de Boluarte se mantenía baja pero inamovible, congelada en un 15, un 16%. El escándalo de los Rolex y las irrisorias explicaciones que dio la presidenta han terminado por pasarle la factura.
Hay algo que Boluarte y Toledo tienen en común, además de la baja aprobación: su poca credibilidad. La encuesta de Datum revela también que nueve de cada diez peruanos no creen en la versión que dio acerca del origen de los Rolex. La historia del ‘wayki’ generoso que presta desinteresadamente a su ‘amiga’, a su ‘pata’, sus relojes valorizados en miles de dólares sin esperar nada a cambio solo ha convencido al 4% de la población. Prácticamente nadie, si consideramos que la cifra está cerca del margen de error estadístico.
Pese al rechazo que genera la presidenta y a lo devaluada que está su palabra, la indignación no se ha volcado esta vez a las calles, como ocurría en épocas no tan lejanas. Y en el Congreso, las críticas para la tribuna no se traducen en votos. En estos momentos, la mejor garantía para la continuidad de Boluarte es la presencia del opaco Alejandro Soto al frente de la Mesa Directiva del Parlamento. En julio, cuando se realice el recambio legislativo, el escenario podría cambiar y la inercia llegar a su fin.