En mayo de 1991, Abimael Guzmán proclamó a sus seguidores: “El equilibrio estratégico es un hecho político, no mera elucubración [...]. [Hay que] preparar una ofensiva estratégica a través de construir la conquista del poder”.
Se trataba solo de una fuga hacia adelante. En 1990, los militares habían relanzado masivamente los comités de autodefensa, dotándolos con armas, compartiendo inteligencia y patrullando juntos de una manera muy exitosa. Habían comprendido que no debían enfrentar a los campesinos, sino aliarse con ellos, para combatir a Sendero Luminoso, que sojuzgaba y hasta obligaba a vivir solo del autoconsumo, ya que las ferias en las que aquellos vendían o canjeaban sus productos eran “capitalistas”.
La extrema ideologización de Guzmán no le permitía reconocer que estaban en problemas serios. En una mente cegada por el fanatismo como la suya, el fracaso se convertía en victoria. Así, decidió que el eje de la “guerra popular” se trasladase “del campo a la ciudad”.
Ese monumental error de diagnóstico hizo que, dos años después, estuviesen militarmente derrotados.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) lo explica muy bien: “Esta realidad no podía ser aprehendida por la dirección senderista a partir de las categorías de análisis que utilizaba, según las cuales el PCP-SL era la única y auténtica representación de los intereses objetivos del proletariado y el campesinado”.
Algo parecido está sucediendo en la mente de Vladimir Cerrón. Siendo más bien castrista que maoísta, Cerrón comparte la tesis leninista del rol del partido (léase el suyo) al que describe como “la vanguardia más preparada de los hijos del pueblo” (publicación en Facebook del 2 de octubre).
En respuesta a quienes le dicen al presidente Pedro Castillo que fue él y no Perú Libre el que ganó las elecciones, Cerrón sostiene: “pretenden liberarse de los compromisos partidarios asumidos con el pueblo, conciliar con los enemigos de clase para mantenerse en el efímero poder y lo peor de todo es desconocer la importancia histórica del partido que los llevó al gobierno”.
Enfila, asimismo, contra los “moderados”: “Este derrotero no es extraño, es el que habitualmente toman los oportunistas clasemedieros al no poder llevar a cabo la revolución prometida, por su propia cobardía y la manutención de su nuevo status”. Esto va principalmente contra el ministro de Economía Pedro Francke, quien pone siempre la otra mejilla, y, cada vez más, contra la congresista Betssy Chávez, que sí los confronta: “Tenemos una izquierda bruta y ‘achorada’”, ha dicho.
También, contra el Movadef: “[A] Perú Libre difícilmente podrían aislarlo, ahora cada vez mejor organizado y pujante, así los oportunistas políticos quieran inscribir otro partido sobre sus bases” (léase Castillo y su Frente Magisterial y Popular).
Cerrón percibe que distintos sectores quieren aislar “al partido” y decide responder con una ofensiva frontal. La estrategia de Perú Libre es ahora la de radicalizar, polarizar y agudizar la “lucha de clases”, ya sea para obligar al Gobierno a ir por su camino o para que todo estalle.
Sumándole la soberbia al fanatismo, hace un pésimo diagnóstico y asume que “el pueblo” se levantará con el liderazgo “del partido” para lograr sus objetivos.
La recolección de firmas para una asamblea constituyente es parte de esta estrategia. También, los tuits desestabilizadores de Guido Bellido, el comunicado de la bancada pidiendo la renuncia del canciller Óscar Maúrtua, el “negocias en nuestros términos o te expropiamos” para Camisea, la exigencia de la cuestión de confianza al Congreso por Iber Maraví y la amenaza de mandar a los congresistas de regreso a sus casas si no apoyan la inexistente ley de reforma agraria. Finalmente, y no menos importante, la ofensiva contra la prensa que, al mejor estilo del otro Vladimiro, incluye la creación de “diarios chicha” para exhibir en quioscos (“Marka”, “El Puka”, etc.).
¿Por qué lo hace ahora y no se guarda para un mejor momento? Porque están madurando los procesos en la fiscalía que involucran a los principales líderes de Perú Libre por crimen organizado al punto de que no es descartable que pronto se soliciten pedidos de prisión preventiva para ellos. Si esto ocurriese, solo les quedaría el martirologio, exclamando a los cuatro vientos que se trata de una “persecución política” (¿de quién?). Algo que creo sería de dudosa y marginal eficacia en un país en el que Cerrón es visto como una grave amenaza a expulsar y no como una buena influencia a garantizar.
Si un personaje maléfico y despiadado como Guzmán, endiosado por sus seguidores y con un “ejército” dispuesto a matar y morir por seguirlo, fracasó por sobrevalorar sus fuerzas, es claro que el remedo liderado por Cerrón terminará siendo la crónica de una derrota anunciada.
Para seguir en el código que entienden, recordémosles que Marx decía que “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. Aunque ello, lamentablemente, no excluye que el daño en la ruta hacia el fracaso puede ser descomunal.
Pero de nada de eso se da cuenta el presidente Castillo, que sigue rodeado de ese y otros radicalismos igualmente trasnochados, como el que tan bien expresa la vida y obra de Iber Maraví, su ministro favorito.