Imagínese que, siguiendo el mismo estilo que usan los terroristas en Europa, un conductor de un automóvil irrumpe en la Plaza de Armas, se sube a las veredas y atropella intencionalmente a peatones inocentes. El centro queda lleno de muertos y heridos.
Esa misma noche el jefe de la policía da una conferencia de prensa. Anuncia que se han tomado las medidas necesarias: “El automóvil de placa AGF 456 ha sido detenido en una eficaz acción policial. Hemos retirado esta amenaza de las calles. El vehículo responsable está tras las rejas en el penal de Piedras Gordas”.
Pero es obvio que de nada sirve detener el vehículo. Hay que detener al conductor. Él es el criminal. El carro es solo un medio, un instrumento.
Todo, sin excepción, puede tener su lado oscuro. Algo tan inocuo como un automóvil o una computadora pueden ser usados para cometer delitos. Las organizaciones criminales corrompen policías, jueces, congresistas y hasta presidentes (estos últimos con alarmante frecuencia en el Perú). Hasta la religión y la iglesia tienen su lado oscuro.
Pero solemos confundir los medios usados con los verdaderos responsables. Castigamos o condenamos instituciones por la indignación que nos generan los fines de quienes las manipulan. Y al hacerlo castigamos a los que nada tienen que ver con el lado oscuro.
No tiene sentido prohibir los automóviles o las computadoras por el riesgo de que puedan ser mal utilizados. No eliminaríamos a la policía, al Congreso (sobre este tengo dudas), a la presidencia o al Poder Judicial con el argumento que pueden ser corrompidos.
Y es que lo que corrompe no es el instrumento, sino la voluntad y la conducta que lo mal utiliza. Podemos rediseñar los instrumentos y las instituciones para que sea más costoso utilizarlos mal. Pero ello tendrá efectos limitados. Hay que castigar a los responsables, a los seres de carne y hueso que nos causan daños.
Esta semana que termina se realizó en la Universidad del Pacífico el evento El Lado Oscuro del Arbitraje. Allí expertos nacionales y extranjeros discutieron los distintos problemas que se presentan en el uso del arbitraje como medio de solución de controversias.
Y se llegó a algunas conclusiones importantes. El arbitraje, al margen de incidentes de mal uso, genera beneficios importantes para sus usuarios. Reduce mucho los costos e incertidumbre de ir al Poder Judicial y permite a las partes tanto autorregular como resolver sus controversias. Genera confianza y ello explica por qué se pacta de manera masiva.
En segundo lugar, eliminarlo o sobrerregularlo alegando su mal uso es como prohibir los automóviles para que no se usen como armas criminales. Es hacer que los justos (que le dan uso responsable y razonable) paguen por los pecadores.
En tercer lugar, ya existe una institucionalidad en leyes y precedentes del Tribunal Constitucional y de las cortes ordinarias para combatir su mal uso. Se habló, por ejemplo, de los infames crímenes de Orellana y cómo el sistema permitió frenarlo. Él y sus cómplices están hoy presos.
Por supuesto que no todos quienes lo merecen lo están. Pero eso no es culpa del arbitraje sino de la inacción e ineficacia de las autoridades. Como bien señaló Andrés Talavera durante el foro, no se trata de que cada vez que hay un problema se decida cambiar la ley. Si hacemos eso, la ley, antes que instrumento para regular, se vuelve un anecdotario.
Pero el lado oscuro siempre ronda lo que funciona bien. Y tenemos que trabajar para dificultarles las acciones a los malos.
Uno de los mecanismos más interesantes que se discutió es Arbitration Intelligence (AI). Catherine Rogers, abogada y académica norteamericana y su fundadora, estuvo en el evento en Lima y explicó el proyecto. Arbitration Intelligence es un sistema que, mediante encuestas a usuarios, recolecta información sobre los árbitros, la organiza y la pone a disposición del público para saber cómo son los árbitros: desde si son trabajadores o se duermen en las audiencias, hasta cuáles son sus reacciones frente a situaciones de corrupción o cuánto se demoran en resolver un caso. Reduce la posibilidad de que los malos árbitros se oculten en la oscuridad. Y es que como decía el juez Louis Brandeis: “El Sol es el mejor desinfectante”. Información es, finalmente, luz.