Si Kuczynski no capitaliza la tregua que le ha dado la reunión cumbre con Keiko Fujimori y no aprovecha el hito político de este 28 de julio para iniciar su segundo año de un modo cualitativamente superior al mediocre primero, el suyo será recordado como el peor de los gobiernos de la concluida transición pos-Fujimori.
Es necesario advertirlo. Ya PPK tiró por la borda el impulso popular que le brindó su buena reacción ante los desastres naturales y lejos de utilizar esa coyuntura para tomar el timón, la desperdició con ostentación al embarcar al Gobierno entero en un proyecto malhadado como el de Chinchero, que a la postre se llevó de encuentro a varios ministros y a la recuperada aprobación presidencial.
En tiempos de crecimiento y estabilidad política, lo último que se espera de un discurso de Fiestas Patrias es que contenga anuncios espectaculares o dramáticos, capaces de cambiar el curso de los hechos. El presente, sin embargo, está muy lejos de mostrar calma chicha u horizonte firme y exige, en esa medida, un mensaje políticamente fuerte, capaz de movilizar al país.
La crisis económica ha sido significativa y si bien se empiezan a apreciar algunas mejoras, el malestar es notorio. La caída sostenida en la inversión pública y privada ha dejado secuela en niveles de ingreso, de empleo y de pobreza.
En el último Servicio de Asesoría Empresarial, de Apoyo Consultoría, cónclave de ejecutivos naturalmente afín a PPK, los resultados de su medición interna fueron terribles: en materia de crecimiento económico, el 97% considera el primer año como regular/malo/muy malo; en destrabe de proyectos, el 95%; y en promoción de la inversión privada, el 93%.
Peor aún es el escenario en materia política. De no mediar el encuentro de PPK y Keiko, el balance sería funesto: un gobierno arrinconado, con enorme impericia política, plagado de soberbia tecnocrática, sin operadores políticos, sin propósito de enmienda y sin respaldo social suficiente para emprender alguna tímida reforma.Todo eso puede cambiar. PPK y Keiko discutieron proyectos de ley específicos, expresando compromisos puntuales que ya han empezado a cumplirse. Y en economía, el segundo año viene en mejor pie (materias primas, gasto público, inversión privada, etc.).
PPK debe volver a hacer suya la apuesta por un centro liberal. Y ello pasa por tomar decisiones en diversas materias (como la que acaba de afrontar sin titubeos respecto de las ex procuradoras), demostrando talante y empaque. Debe gobernar.
Está a tiempo. En cuatro años se puede enrumbar al país y alejarlo de las fuerzas centrífugas que en este momento lo amenazan y que se expresan, por ejemplo, en la crisis honda de muchos partidos políticos o en la reaparición de movimientos radicales en el sur del país. Si no se emprenden reformas, estamos más cerca de ese abismo que de la OCDE.
Se ha perdido un año, pero los astros están alineados para ganar cuatro, siempre y cuando PPK tome conciencia del dramatismo republicano que lo acompaña y actúe en consecuencia.
La del estribo: vaya a la Feria del Libro y compre “Aquí hay icebergs”, de Katia Adaui. En todas las familias hay asuntos que si se escudriñan hacen aflorar ineludiblemente el sinsabor. Con narrativa y lenguaje muy propios, Adaui hila un buen libro de cuentos, entreabriendo esas puertas ominosas.