Estados Unidos no ha tenido un gobierno hostil en su frontera sur durante varias generaciones, pero la gran pregunta es si eso cambiará después de las elecciones presidenciales de México del 1 de julio del 2018 si el candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador sigue adelante en las encuestas.
En días recientes, muchos de quienes temen una victoria de López Obrador festejaron la decisión del presidente de México, Enrique Peña Nieto, de nominar a su ex secretario de Finanzas José Antonio Meade como el casi seguro candidato oficialista para las elecciones del año próximo.
Según dijeron muchos, Meade es el mejor candidato que podría haber elegido el desacreditado Partido Revolucionario Institucional (PRI), a pesar de haber sido miembro de uno de los gobiernos más impopulares de la historia reciente de México. Una encuesta de Latinobarómetro muestra que solo el 20% de los mexicanos tiene una opinión positiva del gobierno, el porcentaje más bajo en por lo menos 15 años.
Es cierto que Meade puede ayudar al PRI, paradójicamente porque no es un miembro del partido y ha servido tanto en gabinetes del actual gobierno como del opositor Partido Acción Nacional (PAN).
Eso le permitirá a Meade presentarse como un candidato apolítico que no está contaminado por la historia de corrupción y autoritarismo del PRI, algo que podría ayudarlo a ganar votos independientes. Algunos mexicanos odian al PRI, pero temen que una victoria de López Obrador podría convertir a México en la próxima Venezuela.
En segundo lugar, Meade es un tecnócrata que podrá presentarse como el hombre adecuado para el momento. Ante el desafío de un presidente populista de derecha en Estados Unidos que amenaza con salirse del tratado de libre comercio de América del Norte, lo que afectaría a más del 80% de las exportaciones de México, Meade puede argumentar que tiene las mejores credenciales para mantener la estabilidad económica y encontrar nuevos mercados de exportación.
Meade es economista y abogado, obtuvo su doctorado en economía de la Universidad de Yale, fue dos veces secretario de Finanzas y una vez secretario de Relaciones Exteriores. En comparación, López Obrador es un ex alcalde de la Ciudad de México que no tiene experiencia internacional.
En tercer lugar, Meade no ha sido contaminado por escándalos de corrupción y tiene la reputación de ser una persona afable. Tuve una larga conversación con él durante una visita que hizo a Miami el año pasado y me dio la impresión de ser un hombre mucho menos acartonado y pomposo que Peña Nieto y otros políticos del PRI.Pero, habiendo dicho todo esto, lo cierto es que a Meade se le va a hacer cuesta arriba ganar. López Obrador lidera las encuestas con alrededor del 30% del voto, seguido por Meade con un 23% y tres candidatos independientes que se llevan el resto de los votos.Las encuestas muestran que los mexicanos quieren un cambio. Cuando Latinobarómetro preguntó si estaban de acuerdo con la afirmación de que “se gobierna para unos cuantos grupos poderosos”, el 90% de mexicanos dijo que sí, más que en todos los otros países latinoamericanos excepto Brasil.
La estrategia del PRI para ganar será dividir el voto opositor para debilitar a López Obrador. En México, no hay una segunda vuelta electoral, lo que significa que Meade podría ganar con solo un 30% del voto, o incluso menos, si el voto opositor se divide entre tres o cuatro candidatos.
En el pasado, esta estrategia le funcionó al PRI, que incluso ha financiado a partidos de oposición para restarles votos a sus principales rivales. Pero esta vez, dado el sentimiento antioficialista generalizado, será una apuesta peligrosa, porque López Obrador también podría ganar con un 30% del voto o menos.
La tragedia de México es que, en buena parte debido a que Peña Nieto no hizo un esfuerzo para aprobar una reforma política que habría permitido una segunda vuelta electoral, el país estará condenado a elegir un presidente débil. Eso podría llevar a una sobreactuación populista de izquierda o a una parálisis que no permitiría hacer reformas muy necesarias. México enfrenta tiempos difíciles.