El 23 de octubre del 2018 todo el mundo quería saber sobre la caravana migrante. Todo el mundo es un decir: todos los internautas que se han interesado por ese grupo de centroamericanos que desde el 13 de octubre atraviesan México en su camino a pedir refugio en la frontera con Estados Unidos. Aunque los primeros llegaron a Tijuana recién esta semana, el interés del público había caído más de 80%. Y a pesar de que los miles de hombres, mujeres y niños seguían caminando hacia el norte en un recorrido que, dibujado sobre un mapa sería una flecha ascendente con dirección al noroeste, la preocupación del mundo era una pendiente en dirección contraria. Y no es casualidad que la cobertura mediática también. En Google Trends, la página del buscador que grafica la frecuencia con que se consultan ciertos términos, ‘migrant caravan’ alcanza el pico más alto el 23 de octubre, dos semanas antes de las elecciones en Estados Unidos. Después, el interés del ciudadano conectado a Internet cae en picada. Esta preocupación no era espontánea. Hace unos días, el sitio The Wrap, una publicación online que monitorea la industria del entretenimiento, daba a conocer los resultados de un estudio sobre la cobertura televisiva que los medios estadounidenses dieron a la caravana. Por ejemplo: la semana inmediatamente antes de la elección, “la palabra ‘caravana’ se mencionó 1.202 veces en Fox News, 834 en CNN y 586 en MSNBC”, mientras que en la semana inmediatamente posterior –a pesar de que ahora los migrantes estaban cada vez más cerca de la frontera de Estados Unidos– las menciones en los programas noticiosos de las tres cadenas habían caído 83% en Fox, 91% en CNN y 82% en MSBNC.
Estas cifras, opina el profesor Jay Rosen, un especialista en medios de comunicación de la New York University, prueban una “exitosa y descarada” manipulación mediática del tema migratorio en general y de la caravana migrante en particular. Y mientras en Washington el presidente Trump –y los medios estadounidenses– se olvidaban de la urgente amenaza que suponía la llegada de 4.000 migrantes centroamericanos a las puertas de Estados Unidos, estos seguían avanzando hacia la frontera. En la frontera, por otra parte, las tropas enviadas por el presidente para supuestamente defenderla se aburrían reforzando con alambres de púas los sitios por los que podían aparecer los supuestos invasores. Si bien Trump había conseguido inspirar miedo ante esta ola humana y movilizar a la prensa –y a los votantes–, el “New York Times” reportaba que era difícil mantener la motivación de los soldados –en una situación así–. “Con poca electricidad, sin paga por combate y lejos de casa durante las fiestas, 5.600 soldados estadounidenses en la frontera suroeste acuden a una misión ordenada por un comandante en jefe políticamente obstinado y un Pentágono incapaz de convencerlo de sus peligros”, decía la introducción de un reportaje que daba cuenta de la desproporcionada reacción: había más de un soldado por cada uno de los migrantes que se esperaba que llegaran. Teniendo en cuenta, además, que como la prensa había reportado, una buena parte de los integrantes de la caravana eran bebes y niños en brazos.
Nos encontramos ante el truco político más viejo del mundo: crear o sobredimensionar una dudosa amenaza foránea para distraer la atención de los críticos y a la vez cerrar filas entre los correligionarios. En este sentido, Trump y sus aprendices a uno y otro lado de la frontera no han inventado nada. Han perfeccionado, sí, la rapidez y eficacia con que echan a funcionar la maquinaria del miedo. Sorprende, también, que muchos medios, por no decir la mayoría, sigan mostrándose tan indefensos y faltos de reflejos ante el uso descarado y repetitivo de esta versión 3.0 del abecé de la propaganda política.