Quien no haya visto “Alejando la toma (‘zoom out’) desde Garching hasta el universo” debe hacerlo. A lo largo de cuatro minutos, la cámara se va alejando gradualmente de la superficie de la Tierra. Llega un momento en el que la vemos completa y se la ve enorme. Ya puesta en el contexto del sistema solar, se hace pequeña. Poco a poco nuestro sistema deja su lugar a la Vía Láctea, de la que es solo una minúscula parte. En las últimas escenas, la Vía Láctea termina siendo solo uno de los incontables puntitos que constituyen el universo.
Allí no radica nuestra pequeñez. Al contrario, hasta donde sabemos, solo aquí se dio esa conjunción maravillosa de factores que permiten la vida en sus múltiples formas. Lamentablemente, a los que la habitamos hoy, nos ha tocado convivir con la abrumadora constatación de que estamos afectando de tal manera ese equilibrio que pronto esta podría ya no ser posible.
Desde Al Gore, en el 2006, con su película “Una verdad incómoda”, hasta Greta Thunberg, que a sus 16 años acaba de ser elegida persona del año por la revista “Times”, son muchos los que nos vienen advirtiendo de que no sirve regocijarnos con los muchos avances en la protección del medio ambiente. Que estos pueden tranquilizar conciencias, pero no bastan. Que esta es una lucha que se gana o se pierde. Que no hay empates.
En el 2015, en la conferencia de París (COP21), 195 países firmaron un acuerdo mundial vinculante con el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C para fin de siglo. Pero, de acuerdo al reporte de la ONU del 2019, con los compromisos actuales la tendencia es que seguirá subiendo. Para ser efectivos se tendría que reducir cada año, del 2020 al 2030, las emisiones en un 7,6%. El reto es dramáticamente urgente en la medida en que ya hay estimados que señalan que el punto de no retorno podría ser tan pronto como en el 2035.
Y ahí llegamos a nuestra inmensa pequeñez. Si bien todos debemos poner nuestro granito de arena y todos los estados tienen que contribuir al esfuerzo, el destino se va a sellar por lo que hagan o dejen de hacer solo cuatro países. De sus líderes depende que se pueda hacer algo lo suficientemente drástico y rápido para evitar este desenlace.
En China (país que representa el 29% de las emisiones globales), si bien hay un gran esfuerzo de transformación de la economía para reducirlas, en el 2018 estas aumentaron.
En los Estados Unidos (15%), hay una gran conciencia ambiental y valiosos esfuerzos en los estados y ciudades. Aun así, las emisiones aumentaron el 2018 en un 2,5%.
Y está Donald Trump.
Cuando 300 científicos de 13 agencias federales le hicieron llegar al presidente estadounidense el reporte de más de 1.600 páginas titulado “Evaluación nacional sobre el clima”, su respuesta fue un lacónico tuit diciendo: “No me lo creo”. Y ha sido consecuente: Trump ya ha iniciado el proceso para retirar a su país del Acuerdo de París.
La India planifica cambios a futuro, pero lo concreto es que en el 2018 sus emisiones crecieron en 5,5%. En Rusia recién están tomando conciencia del problema. Tan cerca como el 2017, Vladimir Putin bromeaba diciendo que gracias al calentamiento global “los rusos ahorrarían en abrigos de pieles”. Recién firmó el acuerdo en el 2019.
Agreguemos un quinto. Si bien Brasil solo emite el 1%, ahí está gran parte de la Amazonía, cuya depredación sería una calamidad en este contexto. Jair Bolsonaro es un negacionista del cambio climático y no encuentra inconvenientes mayores en la deforestación para fines agrícolas. Se burla con grosería del tema. Hace no mucho afirmó que “hacer caca solo una vez cada dos días” era lo que había que efectuar para preservar el medio ambiente.
El miércoles, Bolsonaro dijo sobre Greta: “Es impresionante que la prensa le dé espacio a esa mocosa”. Trump hizo lo propio el jueves a través de su cuenta de Twitter: “Relájate, relájate…”, le dijo.
Tal como andamos, más bien, cabría pedirle a esa joven que no se relaje, que siga reclamando con la misma determinación. Es que, si nos contagia a todos su sentido de urgencia, su energía y, por qué no, su rabia, quizás podríamos salvar nuestro planeta.