El ministro del Interior Walter Albán anunció hace una semana que ya cuenta con un programa para comprar el franco de manera definitiva a los policías y restablecer, así, plenamente la exclusividad del servicio público policial.
Los policías ya no necesitarán trabajar para particulares para completar sus ingresos y podrán estar siempre a disposición de la institución. Este podría ser el primer paso de un esfuerzo integral para construir una policía de verdad.
Desde el 1 de julio, 34 mil policías trabajarán a tiempo completo. Dos años después, en julio del 2016, los 55 mil policías que según el ministro hoy brindan servicios a particulares, habrán abandonado estos.
Como no es el primer anuncio gubernamental de este tipo, se requiere que el programa se haga público para conocer sus alcances y su seriedad. Como el diablo está en los detalles, habrá que verlo antes de cantar victoria.
Si funciona, la institución contará con muchas más horas-hombre para el servicio público. Deberá determinar cuáles serán sus prioridades para disponer de esos recursos y cómo, cuándo, dónde y con qué equipamiento los desplegará. Sería un error creer que la medida por sí sola resolverá el déficit de efectividad policial.
Un par de sugerencias. La primera prioridad debería ser la inteligencia y la investigación del crimen organizado. Habría que aprovechar la pronta implementación de la Ley 30077 para constituir una unidad de élite especializada y de competencia nacional, que trabaje de la mano con sus contrapartes en la Fiscalía, el Poder Judicial y el INPE.
A esa unidad le correspondería la persecución de los delitos complejos, que van desde el narcotráfico, la minería ilegal y el lavado de activos, hasta las mafias de extorsionadores y de sicarios, y las enquistadas en instituciones públicas, desde los gobiernos regionales y municipales hasta la propia policía. Esta unidad requerirá no solo de más y mejores policías debidamente escogidos y capacitados, sino también de los equipos y logística necesarios.
La otra prioridad tendría que ser fortalecer las labores de prevención y persecución del delito en el ámbito local, que complementen los esfuerzos referidos que se lleven a cabo en la esfera nacional.
Donde haya serenazgos funcionando relativamente bien, el gobierno debería integrar a ellos policías gratuitamente para darles más fuerza, autoridad y poder de fuego al único sistema organizado de vigilancia y patrullaje con que hoy cuentan los distritos. Los escuadrones de emergencia deberían unirse a ese esfuerzo bajo el mando de los comisarios y en coordinación con las gerencias municipales de Seguridad Ciudadana.
Simultáneamente, será preciso repotenciar las comisarías para que mejoren su atención al público, desarrollen el trabajo comunitario que tan bien saben hacer y fortalezcan su capacidad de investigar crímenes locales, hoy casi inexistente.
Si el programa está bien concebido se abre para la policía una extraordinaria oportunidad para capitalizar el influjo de nuevos recursos humanos. Ojalá que no pierda esta oportunidad.