Sin importar las ideas políticas, económicas o sociales que uno pueda tener, o si está a favor o en contra del Gobierno, este Congreso siempre encontrará la manera de decepcionarlo. Basta con ver el espectáculo que fue la reciente moción de vacancia para darse cuenta de ello.
Además, no creo que un solo congresista haya decidido cambiar el sentido de su voto tras las casi seis horas que duró el debate. Algunos podrán argumentar que es necesario que un legislador justifique su decisión, pero para escuchar las intervenciones mediocres que presentaron de uno y otro lado era suficiente si las compartían por Twitter.
Por otro lado, siempre se supo que no se llegaría a los 87 votos necesarios para aprobar la vacancia. ¿Se trató entonces de una muestra de poder de la oposición? Si ese era el caso, flaco favor le hizo la parlamentaria Norma Yarrow a esta causa al difundir información falsa durante su presentación.
Esto no quiere decir que al gobierno de Pedro Castillo le falten denuncias como para poner el tema sobre la mesa. A fin de cuentas, a solo ocho meses de iniciada su gestión, ya son varios los aliados del mandatario que han salido por la puerta falsa y ahora son buscados por la justicia.
Ocurre entonces que el ‘show’ que vimos este lunes fue apresurado desde su concepción. Porque en su afán por promover la moción, la oposición ignoró al elefante en la habitación. Esto es, que hoy vivimos una alianza entre el Ejecutivo y partidos que se hacen de la vista gorda a cambio de una cuota de poder.
En ese sentido, era entendible la defensa férrea de Perú Libre al mandatario. Pero los aplausos con los que le celebraron cada oración alcanzaron también a las curules de Juntos por el Perú y Perú Democrático (dos bancadas que han defendido a esta administración más que los parlamentarios del lápiz).
Y llegaron también a algunos parlamentarios de bancadas como Somos Perú, Alianza para el Progreso y no agrupados. Su participación fue tan fraccionada que en algunos casos no existió siquiera congruencia entre lo que se decía y la manera como se votaba.
Un ejemplo de lo anterior fue José Luna, parlamentario de la ahora exbancada de Podemos Perú. Pese a haber afirmado durante su intervención que “no aceptará funcionarios corruptos en ningún gobierno”, al momento de votar marcó una tibia abstención.
La misma línea siguió Acción Popular. Con su voto en ámbar, quisieron presentarse como ajenos a un asunto que presuntamente los tendría con el lodo hasta el cuello, pero, cuando habló el vocero de esa bancada, defendió a la administración actual.
Ahora, no es que este tipo de espectáculos sea novedad ni que este Congreso sea más verbilocuente que los anteriores. La fijación por el discurso vacío viene de años atrás. Basta, si no, con recordar lo patético de las intervenciones parlamentarias en las mociones de censura de hace un lustro.
Así, el primer poder del Estado se ha ganado a pulso ese 80% de desaprobación. El problema es que sus representantes no se dan cuenta de ello. Su miopía para identificar errores es como la del Ejecutivo y no les permite ver más allá de sus intereses.
No es tampoco que desde el Congreso se esté avanzando en una agenda coherente como para defender su trabajo. Fuera de algunos proyectos desarticulados, no existe una sola reforma en marcha en el Legislativo (excepto, claro está, aquellas que responden a intereses particulares de los parlamentarios, como tumbarse la reforma universitaria).
Que no sorprenda entonces que la opinión pública pida que se vayan todos. Tanto la última encuesta del IEP (80%) como la de Ipsos (74%) muestran que, si Castillo es eventualmente vacado, lo que querría la población es que se convoque a elecciones generales para elegir también a nuevos congresistas.
Con todo esto, lo que quedó claro el lunes es que el entrampamiento en el que nos encontramos es grave. Y en una política en la que nadie está dispuesto a cambiar o mejorar porque saben que sus trabajos están asegurados, en el Perú perdemos todos y todo. Pregúntenle, si no, a la petrolera estatal y sus bonos basura o a JP Morgan que recientemente rebajó la calificación crediticia del país.