Falta poco menos de dos años para las elecciones del 2026. La mayoría de votantes aún las siente lejanas y no guarda especial entusiasmo respecto de lo que pueda resultar de ese día. Hablar de esperanza en que la política peruana puede ser diferente y significativamente mejor, para muchos, es abandonar la razón y negar la realidad. La vida y los noticieros muestran el nivel de decadencia al que hemos llegado. Asumimos, como si fuera algo inmodificable, que los políticos siempre nos defraudarán y que, por lo tanto, es mejor no esperar nada de ellos e intentar seguir con nuestras vidas como si no existiesen.
Pero el mayor acto de negación es continuar como si la política no nos afectara y el momento de elegir no fuera a llegar. El retroceso en la calidad de vida, la erosión del Estado y el deterioro de nuestra democracia es crítico, pero aún queda mucho por proteger. Y, con o sin luz al final del túnel, hoy hay peruanos y peruanas, de todas las regiones de nuestro país, preparándose con determinación y responsabilidad para asumir roles de liderazgo político democrático.
Podemos dar fe de ello porque lo hemos visto en las últimas semanas. En Recambio, la escuela de formación política democrática, plural y apartidaria que colideramos, se acaban de graduar cerca de 100 jóvenes de entre 20 y 45 años, provenientes de 22 regiones y vinculados a más de 20 organizaciones políticas distintas y decenas de iniciativas ciudadanas, que quieren redefinir la forma como se hace política en el Perú. En medio de este contexto de polarización y degradación política, estas personas con identidades diversas han decidido ejercer un rol político en los sectores público y privado, e incluso prepararse para postular a un cargo de elección popular en un futuro. Su valentía no radica solo en querer asumir un rol en la renovación de la política, sino en elegir deliberadamente exponerse y debatir. Todos ellos han egresado de un programa de formación política que terminó en un módulo presencial en el que tuvieron que convivir con personas que defendían ideas distintas a las suyas.
Apostar por la construcción de consensos no implica ser ingenuos ni ignorar las discrepancias que nos ponen en orillas opuestas en múltiples debates. Se trata de admitir la complejidad y entender que quien defiende una posición contraria no es mi enemigo ni alguien que esté deliberadamente buscando causarme daño, sino una persona con una experiencia de vida o una jerarquización de valores distinta. Desde el momento en el que los participantes de Recambio encuentran que están en un lugar seguro donde pueden expresar abiertamente sus discrepancias en tanto lo hagan con respeto, empieza a ocurrir la magia, y uno aprecia cómo gente tan distinta puede desarrollar un vínculo poderoso que los hermana en su intención de mejorar como personas y profesionales, y dar lo mejor por el país desde el sector en el que quieren desarrollarse y el espacio político con el que se identifican.
Escucharlos debatiendo para anteponer los intereses del Perú y trabajar juntos en sus grandes desafíos desde aquello en lo que están de acuerdo ha sido un privilegio. Y ser testigos de cómo esas diferencias sociales, económicas, culturales y políticas que inicialmente los definían no los pusieron en frentes antagónicos, sino que los invitaron a conocerse, cuestionarse y valorarse, muestra el ejemplo a seguir.
Entre abril y agosto del 2026 nos preguntaremos qué estábamos haciendo hoy. No demos por perdida la batalla antes de tiempo. El Perú puede y debe ofrecernos mejores políticos. Iniciativas como Recambio buscan darles el espacio para que puedan prepararse en un entorno de pluralidad, respeto y convencimiento de que, más allá de las diferencias ideológicas, sí podemos trabajar juntos para defender y reconstruir nuestra democracia.