

El 2025 marca el inicio de un año preelectoral con características únicas en la historia política del Perú. Según una nota publicada por El Comercio en diciembre, las elecciones generales del 12 de abril del 2026 y las elecciones municipales y regionales de noviembre del mismo año podrían contar con un número sin precedentes de candidatos, superior al medio millón. Sin embargo, este auge de postulantes no se refleja en un aumento del activismo político ciudadano, sino en todo lo contrario: un creciente desinterés y desapego hacia la política.
¿Qué entendemos por activismo político? Este término engloba todas las acciones que buscan influir en las decisiones y procesos políticos, ya sea a través de manifestaciones públicas, participación en debates, interacción en redes sociales o la adhesión a causas específicas promovidas por organizaciones o partidos. El activismo político no se limita a las elecciones, también incluye esfuerzos continuos por defender ideales, denunciar injusticias y generar cambios sociales.
A pesar de la importancia del activismo político en cualquier sistema democrático, las cifras muestran una preocupante caída en el interés y la participación ciudadana en los últimos años. De acuerdo con la encuesta de Datum-El Comercio de setiembre pasado, el 71% de los peruanos declara tener poco o ningún interés en la política. Este desinterés no solo afecta la participación en las urnas, sino también todas las formas de expresión política. Este cambio se aprecia en las encuestas de Datum. Al comparar los resultados del 2024 con los del 2018, se observan cambios significativos en los comportamientos relacionados con el activismo político. Por ejemplo, en el 2018, el 88,6% de los encuestados decía leer sobre temas políticos o sociales en redes sociales; en el 2024, este porcentaje cayó al 51,4%. Las redes sociales, que alguna vez fueron un espacio clave para el debate y la discusión política, ahora parecen ser usadas principalmente como plataformas de entretenimiento.
La tendencia no se detiene ahí. El porcentaje de personas que posteaban comentarios sobre temas políticos o sociales se redujo del 39,3% al 17,4% en el mismo período, reflejando una menor disposición a participar activamente en debates digitales. También disminuyó el número de personas que siguen a figuras políticas o que comentan en noticias políticas publicadas en redes sociales.
Esta desconexión entre el aumento en el número de candidatos y la disminución del activismo político ciudadano plantea desafíos importantes para la democracia peruana. Por un lado, la proliferación de candidatos podría generar una fragmentación aún mayor en la representación política, dificultando la formación de consensos y aumentando la volatilidad electoral. Por otro lado, la pasividad ciudadana en el ámbito político podría llevar a un menor escrutinio de las propuestas y acciones de los postulantes, lo que abriría la puerta a liderazgos débiles o ineficaces.
El desinterés en la política también pone en riesgo la legitimidad de las elecciones, pues menos participación significa una representación más limitada de la voluntad popular. Este fenómeno no es exclusivo del Perú, pero en un contexto de crisis política y económica como el que enfrenta el país sus efectos pueden ser más profundos y duraderos.
¿Queremos llegar así a las elecciones del 2026? Transformar este escenario implica fomentar el activismo político, despertar el interés ciudadano en la política y establecer conexiones reales con las preocupaciones de la población. Esto requiere no solo abordar los problemas que más preocupan, sino también diseñar mecanismos efectivos de participación. La prioridad deben ser las generaciones más jóvenes, quienes a menudo se sienten excluidas del sistema y carecen de una visión de futuro que las inspire a involucrarse. El desafío no es menor, pero es necesario para revitalizar la democracia y construir un país con ciudadanos más comprometidos y representados.