A través del indulto a Alberto Fujimori (AF), el presidente Kuczynski ha ofrecido un ramo de olivo al fujimorismo para intentar ganar gobernabilidad. Pero la apuesta, que tendría que instrumentarse a través de la facción kenjista de Fuerza Popular,es tremendamente incierta.
La facción kenjista no está bien estructurada. No hay liderazgos claros en su interior (Kenji Fujimori no es un líder). Tampoco tiene una línea programática claramente distinguible (la retórica promercado explicada por Jorge Morelli en su reciente artículo de El Comercio no se condice con los proyectos apoyados por los kenjistas). Ni se trata de personas con fuertes lazos actuales o históricos con AF (salvo Guillermo Bocángel). El único común denominador entre los kenjistas es no tener espacios ganados actualmente en Fuerza Popular, razón por la cual habrían sido terreno fértil para ser influenciados por Kenji y compañía.
Luego, AF no tiene la energía vital para liderar una revolución interna en Fuerza Popular, que obligue a Keiko Fujimori a compartir el poder, como lo ha exigido Kenji Fujimori. Además, el efecto inmediato generado por el pedido de intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y las protestas ciudadanas ha sido presionar a Fujimori a que, si no está tan grave de salud, al menos lo aparente, restándole margen de maniobra. Un AF activo y suelto en plaza podría atentar contra su propia libertad.
De otro lado, la barrera de salida de los kenjistas de Fuerza Popular es bastante alta. Estos congresistas no podrían crear actualmente una nueva bancada, por las reglas del Congreso, quedándoles solo la opción de integrar la bancada mixta, donde irían los disidentes de cualquier grupo parlamentario, o integrarse a la bancada de Peruanos por el Kambio. Esto último los haría cargar con el costo político de este gobierno, sin que este tenga siquiera heredero político que pueda postular en el futuro. Mal negocio.
En todo caso, si eligiesen integrar la bancada de PPK, solo sumarían una bancada de alrededor de 25 a 35 miembros (considerando entre 10 y 20 kenjistas), con la cual no otorgan gobernabilidad al Ejecutivo. De hecho, el mayor poder que tiene la facción kenjista no es otorgar gobernabilidad, sino evitar que los keikistas tengan los votos suficientes para decidir por sí solos asuntos tan importantes para el Ejecutivo como la confianza al Gabinete, censurar ministros, aprobar la ley del presupuesto, etc. En este escenario, y considerando que todas las demás fuerzas políticas en el Congreso se han vuelto oposición tras el indulto, todo indica que no habrá gobernabilidad sin convencer a Keiko Fujimori de otorgarla por agradecimiento, y para no quedarse sin mayoría en el Congreso.
Es irreal pensar que personas allegadas a Fuerza Popular vayan a integrar el Gabinete, pues el cogobierno sería una tremenda carga para lograr éxitos políticos en las elecciones del 2018 y del 2021. Pero no es irreal que alguien con posibilidades de tender puentes con Keiko y Kenji/Alberto sea invitado a integrar el Gabinete. La clave parece estar en alguien con capital político propio, y no visiblemente identificado con el fujimorismo.
En corto, para que la apuesta de PPK por la gobernabilidad funcione, no puede apostar solamente por la facción kenjista del fujimorismo. Esta no tiene liderazgo ni línea programática propia, ni intereses que los unan en torno a AF. Y una escisión de Fuerza Popular en el Congreso tampoco otorgará gobernabilidad al Ejecutivo. El Ejecutivo necesita de alguien dentro del Gabinete capaz de conciliar con ambas facciones del fujimorismo, y que tienda un puente efectivo hacia Fuerza Popular, sin dibujar un cogobierno. Difícil filigrana.
P.D.: No estoy de acuerdo con el indulto. El canje ha desnaturalizado su sentido humanitario, convirtiéndolo en un indulto político. Por dar solo un ejemplo de la irregularidad en torno al proceso, tenemos que el doctor que operó y trató a Alberto Fujimori participó en la Junta Médica Penitenciaria.