Es el título del libro que el ex presidente colombiano Ernesto Samper (1994-1998) presentó el jueves pasado en la UPC. Samper desarrolla un excelente análisis crítico del prohibicionismo y sus consecuencias, y propone alternativas gradualistas para la descriminalización de las drogas, empezando por la marihuana que representa el 60% del consumo total de drogas prohibidas.
La propuesta de Samper se enmarca en una corriente que viene cobrando una fuerza inusitada. Hasta hace pocos años, era impensable que un país pequeño como Uruguay pudiera legalizar la marihuana, desafiando el orden mundial prohibicionista, y no se convirtiera en un paria internacional como Corea del Norte.
Sin embargo, bajo la conducción de Pepe Mujica lo hizo. Y no pasó nada.
En el 2010 California realizó un referéndum para legalizar la marihuana. El presidente Obama advirtió que si ganaban los legalizadores, él impediría su aplicación utilizando sus poderes federales. El año pasado el estado de Colorado legalizó la marihuana y Obama no movió un dedo para impedirlo. Otros estados norteamericanos van por el mismo camino y casi la mitad permite el uso de marihuana con fines medicinales.
El asunto es que el fracaso del prohibicionismo ya no deja lugar a dudas. Si el objetivo es acabar con el narcotráfico e impedir el consumo, la evidencia muestra que ambos han crecido sin parar. La descriminalización o la legalización acaban de un plumazo con el narcotráfico y sus incontrolables secuelas, la corrupción y la violencia. ¿Pero aumentaría el consumo?
No hay evidencia de que sea así, teniendo en cuenta que hoy día, a pesar de la prohibición, cualquiera puede acceder a las drogas si tiene cómo pagarlas. Como bien anota Samper, en países donde se ha legalizado parcialmente, como Holanda desde la década de 1970, el consumo no ha aumentado y cada vez hay menos delincuentes, a tal punto que están cerrando cárceles.
Si los recursos que se dedican infructuosamente a la guerra contra las drogas se usaran para prevenir y disuadir, así como a tratar a los drogadictos, se podría disminuir el consumo, como ha ocurrido con el tabaco, y curar a los adictos.
El narcotráfico es la principal amenaza, por la enorme cantidad de dinero que maneja, que corrompe las instituciones. La violencia que genera se extiende a toda la sociedad. Un ejemplo es el sicariato, que empezó como un asunto de narcos y hoy se ha generalizado.
La legalización acaba con el tráfico ilícito de drogas de un golpe. Si se puede adquirir la marihuana como el alcohol o el tabaco, no habrá bandas criminales que se beneficien con la producción y comercialización.
Además, como dice Samper, “lo prudente es que si de todas maneras la gente va a seguir consumiendo sustancias ilegales, lo haga al menos en cantidades razonables, con condiciones seguras y ocasionando el menor daño social posible”.
Como anota el ex presidente, las drogas hoy en día prohibidas eran legales hasta principios del siglo pasado, cuando la ola prohibicionista encabezada por Estados Unidos, por razones morales, religiosas y políticas, las hizo ilegales, junto con el alcohol.
Samper recuerda cómo en el siglo XIX el popular vino Mariani, hecho a partir de la coca peruana, era el preferido del papa León XIII, que otorgó una medalla de oro en el Vaticano a su creador, Ángelo Mariani. El fabricante publicitaba su producto con elogios de Julio Verne, Charles Gounod, Emile Zola y Alejandro Dumas.
Para no hablar de la Coca-Cola, que usaba coca con alcaloide hasta la prohibición.
En el Perú se empieza a discutir el tema. La última edición de “Caretas” trae en portada al pintor e intelectual Fernando de Szyszlo abogando por la legalización de la marihuana.
El Perú es el primer productor y exportador de cocaína del mundo, unas 350 toneladas al año, de las cuales se decomisa una ínfima cantidad, alrededor del 5%. ¿Dónde están los narcotraficantes? ¿Dónde está el dinero del narcotráfico? ¿Quiénes son las autoridades y políticos que los protegen? Precisamente la corrupción producida por el narcotráfico hace que todo permanezca en la sombra.
El libro de Samper e iniciativas como la de Szyszlo ayudarán a abrir el debate. Entretanto, hay que seguir la lucha para evitar que el narcotráfico siga avanzando, aunque se sepa, como dice Samper, que a pesar de que se ganan batallas, siempre se está perdiendo la guerra.