La relación entre la religión y la política ha sido siempre compleja, marcada tanto por la convicción como por el cálculo electoral. En el Perú, donde la fe ha tenido históricamente un peso importante en la cultura y en la vida pública, no es extraño que los políticos busquen alinear sus discursos y acciones con las creencias predominantes en la sociedad. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de controversias, como lo demostró recientemente la condecoración de Juan Luis Cipriani por parte del alcalde de Lima.
Rafael López Aliaga decidió otorgarle la orden al mérito en el grado de Gran Cruz al cardenal, pese a que Cipriani ha sido una figura polarizadora, con denuncias en su contra y sanciones impuestas por el Vaticano. La medida generó debate en la opinión pública, con posturas que iban desde el respaldo a su trayectoria hasta la condena por su historial y las implicancias éticas de su reconocimiento. No obstante, más allá del simbolismo, la decisión del alcalde de Lima responde tanto a sus creencias como a una estrategia política, dirigida a un electorado mayoritariamente católico que sigue teniendo un peso considerable en el país.
¿Pero hasta qué punto sigue vigente la influencia de la Iglesia Católica en la política peruana? Si observamos la data histórica, se evidencia una tendencia a la disminución del catolicismo en el país. En el censo de 1981, el 94,6% de los peruanos se identificaba como católico; para el 2017, esta cifra había descendido al 76%. En contraste, el número de evangélicos ha ido en aumento, pasando de un 5,2% en 1981 a un 14,1% en el 2017. Además, hay un crecimiento de quienes declaran no tener religión, que pasó del 0,2% en 1981 al 5,1% en el último censo.
Aunque habrá que esperar los resultados oficiales del censo de este año, todo indica que esta tendencia continúa. La última encuesta de Datum, realizada en diciembre del 2024, revela que el 59,6% de los peruanos se declara católico, lo que representa un descenso significativo respecto de la data histórica disponible. Este dato refuerza la idea de que la sociedad peruana atraviesa un proceso de diversificación de creencias y que la influencia política del catolicismo tradicional podría estar disminuyendo.
Este panorama no solo se registra en el Perú. En toda la región, los líderes políticos han utilizado el discurso religioso para conectar con la población, apelando a valores y creencias que refuercen su imagen y legitimidad. Desde presidentes que juran por Dios en sus discursos hasta aquellos que llevan su fe a políticas de Estado, la religión sigue siendo un elemento clave en la narrativa política latinoamericana. Sin embargo, algunos han optado por posturas más extremas, lo que ha llevado a la implementación de políticas públicas basadas en principios religiosos, generando tensiones en sociedades cada vez más diversas.
A medida que el país se acerca a las elecciones generales del 2026, es fundamental analizar el papel de la religión en la contienda política. Si bien las referencias religiosas seguirán presentes en el discurso de los candidatos, la clave estará en comprender cómo los cambios en la fe y la identidad religiosa de los peruanos influyen en sus decisiones electorales. Temas como la pena de muerte, el aborto o el matrimonio igualitario pueden convertirse en puntos de quiebre que polaricen el debate público. En una sociedad en transformación, la política no puede seguir operando bajo las mismas premisas del pasado. Entender y adaptarse a esta nueva realidad no solo permitirá a los líderes políticos conectar mejor con el electorado, sino que también contribuirá a una discusión más representativa y acorde con la diversidad de creencias que caracteriza al Perú actual.