La vacancia ha ganado votos, pero no claridad. A medida que se acerca el debate, la gente hace preguntas que la coalición vacadora no responde con unanimidad. ¿Respetarían a Dina Boluarte si se empecina en no renunciar, pero, a cambio de ello, propone adelantar el cambio de mando? ¿Siguen pensando muchos de los vacadores que las elecciones tras una eventual caída de Castillo deben ser solo presidenciales?
No se puede llegar al día de la votación de la vacancia sin haber respondido esas preguntas fundamentales. La última vez que América TV-Ipsos preguntó por esos dos detalles hipersensibles, en su encuesta del pasado 11 de febrero, la respuesta fue que solo un 24% piensa que Dina Boluarte debe quedarse, lo que es una cifra que tranquiliza a la coalición vacadora que apuesta por su renuncia. Pero, mucho ojo, en dicho sondeo un contundente 74% piensa que las elecciones tienen que ser generales. Solo un 19% estaría de acuerdo en que el Congreso se quede igual y un 7% no supo qué contestar. O sea, la posición del ‘que se vayan todos’ gana por goleada.
Boluarte podría ganar adhesiones si, en sintonía con esos tres cuartos del país, propone su propia fórmula del ‘que se vayan todos’, prometiendo el adelanto de elecciones generales (a ella le corresponde quedarse hasta el 2026, pero sería impopular que lo plantee y no tiene fuerzas propias para ello). Ese mensaje, sin duda, sería más atractivo que el ‘lo vaco y me quedo’ ya insinuado por la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, y el vocero de Renovación Popular, Jorge Montoya; para citar a dos voces claves de la coalición vacadora.
La nueva moción de vacancia no solo cuenta con 30 votos (76) más que la anterior (46, por debajo de la valla de admisión), sino que sus argumentos se centran en temas de corrupción. Sin embargo, aunque el mensaje anticorrupción sigue siendo poderoso para obtener respaldo popular, no está tan claro en la narrativa vacadora. La acusación de ineptitud que puede incluir un toque de arrogancia y discriminación, así como el apresuramiento por lanzarse a vacar sin esperar a que aparezcan más pruebas que comprometan a Castillo en tramas oscuras, ponen en duda, precisamente, el hecho de que los vacadores quieran realmente castigar la corrupción.
El apuro juega a favor de Castillo. Unos días o semanas más podrían marcar la diferencia en la votación y asegurar los 87 votos necesarios. Las pesquisas de la fiscalía, la contraloría y los equipos de investigación de los medios necesitan un tiempo adicional para producir pruebas más contundentes que el testimonio de Karelim López. La angurria vacadora, temerariamente, está reduciendo ese tiempo de maduración, haciendo peligrar su propósito y metiéndonos en un espiral de angustia que podría acabar frustrando expectativas y disminuyendo aún más la reputación del Congreso.