El próximo sábado 13 de agosto se llevará a cabo en el Perú la marcha Ni Una Menos, contra la violencia hacia la mujer. Cada mes de marzo se lleva a cabo la Marcha por la Vida. Aunque los organizadores de una y otra marcha no lo quieran reconocer, ambas iniciativas tienen mucho en común. A diferencia de otras movilizaciones, estas marchas se llevan a cabo por una convicción moral y no por la defensa de intereses particulares o una motivación política.
No es la primera vez que esto ocurre. Las marchas contra el terrorismo han movilizado a millones de personas en el mundo muchas veces. En el 2015, se congregaron en Francia más de tres millones de personas bajo el lema “Je suis Charlie” luego de los atentados islamistas contra el semanario Charlie Hebdo. Antes de ello, Colombia también había movilizado millones de personas en contra de los crímenes de las FARC. Aunque a menor escala, Miraflores también ha organizado diversas marchas por la paz, desde el atentado de Sendero Luminoso en la calle Tarata. Sin duda el rechazo a la violencia es un gran movilizador.
Pero la mayor parte de las marchas cotidianas han estado tradicionalmente motivadas por la defensa de un interés de grupo (aumento de salarios, reducción de tarifas, trabajo), reforzado con argumentos políticos (cambio de modelo económico, no a la privatización, renuncia del ministro). Ese ha sido tradicionalmente el leitmotiv de las marchas promovidas por frentes de defensa regionales y centrales sindicales: un interés o inquietud legítima de un sector de la población potenciado por agitadores de ideología extremista. A ellas habría que sumar las movilizaciones de motivación abiertamente política como la Marcha de los Cuatro Suyos o la reciente marcha No a Keiko.
En contraste con la mayoría de las movilizaciones de motivación económica o política, las marchas morales suelen ser pacíficas, convocan a amplios sectores de la clase media y suelen tener un origen internacional. Otra característica común es que tienen mucha actividad previa en redes sociales: Es el caso de la Marcha por la Vida (#nuestroprimerderecho) y de la marcha del próximo sábado (#niunamenos), así como también de las marchas del orgullo LGTBI (#marchadelorgullo).
Algunas marchas morales son liberales y otras conservadoras. La marcha del orgullo LGTBI es claramente de orientación liberal. La Marcha por la Vida, en cambio, es conservadora. La primera suele tener más cobertura periodística porque es más colorida y porque la prensa es más liberal, mientras que la Marcha por la Vida congrega a mayor cantidad de personas en todo el país gracias al activismo de diversas colectividades religiosas encabezadas por el Arzobispado de Lima.
El apoyo a una u otra marcha de liberales y conservadores se desprende de su visión del mundo. Los liberales valoran más la diversidad y tienen más apertura a la experiencia. Los conservadores defienden más la tradición y el orden. Los primeros suelen ser más horizontales y los segundos más verticales. La tolerancia es un valor más liberal. El respeto es un valor más conservador. Para los primeros la libertad individual es esencial. Los segundos destacan más a la familia como base de la sociedad. Los liberales son más abiertos al placer, a los conservadores les genera cierta turbación debido a que suelen ser más religiosos.
Liberales y conservadores están en contra de la violencia contra la mujer. La diferencia es que para los primeros la mujer tiene todo el derecho a lucir su cuerpo como crea conveniente mientras que para los segundos no debe hacerlo para no incitar a los hombres a que la acosen o la violen. En palabras del cardenal Cipriani, la corresponsabilidad proviene de que muchas veces “la mujer se pone como en un escaparate, provocando”. Aunque después dijo haber sido malinterpretado, no cabe duda de que su expresión refleja el pensamiento de los sectores más conservadores de la sociedad que culpan a los medios de comunicación y a la moda por estos hechos.
La marcha Ni una Menos tiene una orientación liberal, pero no tiene por qué ser ignorada por los conservadores. De lo que se trata es de rechazar la violencia machista que ocurre desde tiempos inmemoriales, antes de que se inventaran la televisión y la minifalda. Muchas mujeres siguen siendo víctimas de maltratos físicos, violaciones y hasta asesinatos sin que la sociedad reaccione. Si los abusos ocurren frecuentemente en el entorno familiar, los colegios deben ser la primera línea de defensa y hoy la mayoría carece de psicólogos que puedan alertar y auxiliar. Las autoridades policiales y judiciales tampoco están preparadas para atender estos casos con la suficiente empatía. Si aspiramos a ser un país moderno, todo esto debe cambiar. Asistir a la marcha del 13 de agosto es un paso en la dirección correcta.