El martes pasado el presidente Martín Vizcarra se escapó apresuradamente en una camioneta con lunas polarizadas de un grupo de pobladores de Catacaos, que le reclamaban por los escasos avances de la Reconstrucción con Cambios en su localidad, afectada por el fenómeno de El Niño del año pasado. (“El presidente Vizcarra tuvo una accidentada salida en Catacaos. Los damnificados pretendían exponerle la situación en la que se encuentran”, Edición digital, diario “Correo”, Piura, 21/8/18).No debería sorprender la indignación de los pobladores, sobre todo si Piura fue uno de los primeros lugares que visitó el presidente cuando asumió el cargo, criticando la lentitud del trabajo realizado por la administración de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y prometiendo mayor velocidad y eficiencia en los trabajos de reconstrucción.El asunto es que en ese, como en otros casos, la gestión del gobierno deja mucho que desear y esa es, según mostraban las encuestas, la causa principal del derrumbe de su popularidad hasta julio. Ahora su aprobación ha mejorado significativamente gracias a la propuesta de un referéndum con proyectos de reforma de la Constitución que, según todos los expertos y analistas, empeorarían las instituciones políticas.
El constitucionalista Enrique Bernales ha señalado varios defectos importantes. La propuesta que el mismo presidente llevó al Congreso habla de circunscripciones electorales que no existen, como los 50 microdistritos para elegir a los cien diputados. Nadie sabe cómo se formarían esos distritos electorales y eso suscitaría innumerables y enconadas discusiones porque implicaría una nueva división geográfica del país. El gobierno no ha planteado ningún criterio que permita vislumbrar cómo se constituirían esas circunscripciones. Tampoco los macrodistritos para elegir a los senadores. Es decir, la carreta delante de los bueyes.Para no mencionar la flagrante contradicción de que en un proyecto del gobierno se hable de un Parlamento unicameral y en otro de uno bicameral, lo cual muestra el apresuramiento y falta de la más mínima preparación para presentar una propuesta de reforma política sustancial.Bernales resalta lo absurdo de los plazos que pretende fijar el gobierno, diciembre a más tardar, enfatizando que jamás ha visto, en ninguna parte, un proceso donde prime la urgencia del plazo sobre el contenido y el conocimiento de las cosas. Es decir, al gobierno no le preocupa que se realice una discusión amplia en el país y en el Congreso de una trascendental reforma política, ni tampoco el hecho de que la inmensa mayoría de los ciudadanos que decidirían en el referéndum no estén informados de un complejo proceso que implica la modificación de decenas de artículos de la Constitución.De lo que se trata es de usar oportunistamente el descontento generalizado con los políticos y las instituciones para mejorar la popularidad del presidente.
Por ejemplo, en la última encuesta de Ipsos se hace una pregunta amplísima: “¿Conoce o ha oído hablar del referéndum…?”. A pesar de la vaguedad de la pregunta solo una minoría (48%) dice conocer o haber oído de la propuesta. La mayoría (50%) ni conoce ni ha oído hablar del tema. Sin embargo, una abrumadora mayoría (76%) votaría a favor de la no reelección de congresistas (El Comercio, 23/8/18). Esos datos muestran el nivel de desinformación con el que los ciudadanos votarían en el referéndum sobre asuntos muy complejos, modificando sustancialmente la Constitución.El 28 de julio el presidente Vizcarra le declaró la guerra al Congreso y al keikismo. Recién el 23 de agosto Keiko Fujimori, en el que es probablemente el peor momento de su carrera política, respondió oficializando por su parte la situación de beligerancia entre el gobierno y la mayoría del Congreso. A ella, cuya popularidad está por los suelos, no le convenía este conflicto, que la tomó por sorpresa. Al país tampoco.
Con la economía recuperándose básicamente gracias a los altos precios de los minerales en el mercado internacional, una brusca elevación de la conflictividad política vuelve a crear un clima de incertidumbre que tiene un solo beneficiario –por el momento–, el presidente Vizcarra.No era la única opción que tenía Vizcarra. Podía movilizar a la opinión pública en la lucha contra la corrupción y concentrar los esfuerzos en la indispensable reforma del sistema judicial –de la que casi no se habla ahora–, apurando al Congreso a tramitarla y aprobarla, centrando la discusión en un tema complejo y cuyas soluciones prácticas son dificilísimas. Y trabajar en mejorar su deficiente gestión por lo menos en dos o tres asuntos básicos.No lo hizo. Prefirió el fácil camino del populismo y la demagogia, que le da beneficios inmediatos a costa de empeorar el ya precario sistema político y poner al país nuevamente en una situación de inestabilidad política. Porque iniciada la contienda, nadie sabe cómo puede terminar.