El actual Congreso nos tiene ya habituados a iniciativas legislativas de baja solidez técnica y poca visión de largo plazo. Hasta ahora, sin embargo, se había limitado a proyectos puntuales y casi siempre de impacto definido; no había ensayado –felizmente– una reforma integral y permanente de un sistema complejo.
Eso está a punto de cambiar. Con la aprobación del texto propuesto por la comisión multipartidaria para la reforma del sistema previsional, el Congreso se embarca ahora en aguas desconocidas y profundas. Las aristas para evaluar son demasiadas (laborales, financieras, actuariales, de salud, etc.) y bastante técnicas, de modo que difícilmente la comisión –que no contaba con congresistas particularmente familiarizados con el asunto a discutir– pudo en apenas medio año concebir un documento de reforma integral con la solidez necesaria.
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Y las grietas se empiezan a notar rápidamente. Por ejemplo, en una entrevista concedida a este Diario, la presidenta del grupo encargado de la propuesta, Carmen Omonte (APP), indicó que, entre quienes tengan la edad adecuada, “puede que voluntariamente muchos afiliados actuales a la AFP quieran ingresar (al nuevo sistema)”. “De lo contrario”, señaló, “estarán todavía en el esquema de AFP”. Esta provisión de voluntariedad no se encuentra en el texto de la norma, y es una diferencia crítica.
Al mismo tiempo, la comisión ha dejado demasiados puntos esenciales a ser determinados por el reglamento. Los porcentajes del aporte que irían al fondo individual y al colectivo, los niveles de contribución de empleadores y trabajadores (hoy solo aporta el trabajador), si aportarán o no los independientes, cómo se repartirán los fondos colectivos, un larguísimo etcétera, serán establecidos por reglamento, o por las siguientes instancias legislativas que tomen el proyecto. Ello denota la poca oportunidad de preparación y análisis que tuvo la comisión.
“Cuando iniciamos nuestro trabajo, se nos dijo que había detalles que se debían tomar con mayor plazo de evaluación”, mencionó la congresista Omonte en la misma entrevista. “Evidentemente, no tenemos tiempo nosotros”, concluyó. No obstante, los asuntos pendientes difícilmente califican como “detalles”, y si es cierto que desde el inicio fueron conscientes de que no llegarían a delinear claramente la reforma, quizá era mejor no intentar la hazaña. Hoy, incluso César Acuña, candidato a la presidencia en la misma plancha por la que Omonte aspira a la vicepresidencia, ha sugerido que sean los siguientes Congreso y Ejecutivo quienes vean el proyecto.
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No es tampoco la primera vez que la congresista Omonte es acusada de displicencia o de algo más grave. Como se recuerda, en su paso como titular del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, la desaparición y estropeo de millones de pañales le supuso una seria investigación. Esta vez, la entrega de una propuesta con enormes deficiencias le pasará factura política, y es por ello que su propio partido –según reveló este Diario– ha preferido desmarcarse de él.
Nunca como en este proyecto el Congreso actual había ensayado una reforma de tal magnitud. Sin embargo, el intento, como era previsible, culminó en un texto a medio hacer, improvisado, mal concebido, y con cuestionamientos de fondo por varios especialistas. La reforma del sistema de pensiones se tiene que hacer, pues es uno de los grandes temas pendientes que tenemos como país, pero no así.