Un reportaje del dominical “Punto final” difundido hace tres días dio a conocer que Yeni Vilcatoma, representante de Fuerza Popular en el Congreso disuelto, visitó el mes pasado a Antauro Humala en el penal Virgen de La Merced, en Chorrillos, donde este cumple una condena de 19 años por distintos delitos cometidos durante el ‘andahuaylazo’.
El motivo de la concurrencia, según explicó la propia señora Vilcatoma al programa, era que había sido “convocada por la vulneración de [los] derechos fundamentales” de Humala y que, tras conversar con él sobre la estela de sobornos que había regado la constructora brasileña Odebrecht en el Perú, “encontramos coincidencias en el tema de la lucha contra la corrupción y la falta de presencia del Estado y abandono en el sur del país”.
Consultada específicamente por la posibilidad de forjar una alianza electoral con el señor Humala –algo que se desprendía medianamente de su respuesta anterior–, la señora Vilcatoma retrucó ya con mayor claridad: “Las puertas están abiertas para todos los que comparten combatir verdaderamente la corrupción”. Un eufemismo para evitar reconocer que, así sea a un nivel todavía primitivo, existe una coordinación innegable aunque paradójica entre quien ha desempeñado algunos cargos dentro del Estado (además de parlamentaria, vale recordar, fue fiscal y también procuradora adjunta de la República) y quien, precisamente, mostró su desprecio ante el aparato estatal liderando una corta sublevación hace casi 15 años.
Contradicciones aparte, vale recalcar que la señora Vilcatoma no ha sido la única visita llamativa que ha recibido Antauro Humala. Sus ahora excolegas Jorge Castro (que perteneció a las filas del grupo parlamentario Contigo), Justiniano Apaza y Zacarías Lapa (ambos del Frente Amplio) también acudieron al centro de reclusión para ver al etnocacerista. El primero, además, confirmó que hubo una intención compartida para crear una bancada en el hemiciclo hoy disuelto.
Cierto es que todos ellos contaban con la potestad para visitar y reunirse con el señor Humala a fin de forjar los proyectos electorales que consideren pertinentes o tan siquiera de mantener contactos iniciales con él. Tan cierto como lo anterior, empero, es que si encuentran en él a un potencial aliado político es porque no les causa incordio ni los idearios ni el prontuario que registra y que, por el contrario, a muchos otros sí resultarían urticantes o –ya de plano– inadmisibles.
Debemos suponer, entonces, que ni a Vilcatoma ni a Castro les incomoda que, por ejemplo, la plataforma del Frente Patriótico –el movimiento encabezado por Antauro Humala– recoja una serie de propuestas de gobierno recargadas del nacionalismo más xenófobo e intolerante, y con un claro hálito autoritario que resultarían indigeribles para cualquier demócrata, tales como la “renacionalización de todo lo extranjerizado empezando por todo lo chilenizado”, la prohibición de contratar extranjeros “en tanto exista un solo peruano desempleado o subempleado” o la “expropiación de todos los canales (TV – señal abierta) de propiedad privada a favor de la auténtica Sociedad Popular Civil Organizada”, entre otros.
Y que tampoco les preocupa que el señor Humala afronte hoy una condena, no por su trabajo político, sino por haber comandado una insurrección en Andahuaylas en el 2005 que incluyó la toma de una comisaría y que terminó con cuatro policías muertos por las balas de las huestes etnocaceristas.
En buena cuenta, pues, o ambos han decidido que estas y otras consideraciones no resultan insalvables para llegar a algún acuerdo con el señor Humala o, conscientes de esto, han preferido ignorarlas por conveniencia política. Ninguna de las dos explicaciones, dicho sea de paso, los deja bien parados.
En fin, habría que recordarles a los visitantes del señor Humala que en política, como en la vida, los aliados con los que uno escoja trabajar pueden terminar diciendo más sobre las propias convicciones de uno mismo que cualquier discurso pronunciado. Y que, en el nombre del voto, sí hay algunas fronteras que una vez cruzadas no se pueden revertir.