Entre los temas que se pusieron en discusión en el reciente debate por el voto de confianza al Gabinete Jara, algunas bancadas metieron el de la salida del ministro Luis Miguel Castilla. Nosotros calificamos la propuesta de irresponsable. Ello –dijimos– pese a que se trataba de alguien que había podido hacer –e impedir– mucho más para evitar la desaceleración que hoy vivimos.
Pues bien, tal vez sea un buen momento para recordar algunas de las cosas importantes que ha dejado de hacer el ministro, a ver si aprovecha para abordarlas y ayudar al país a recuperar el tiempo perdido en estos dos años que quedan de gobierno. Hablando, claro, de lo que está en su cancha y no de lo que tiene que ver con temas más transversales de debilidad institucional.
Una buena manera de evidenciar estas falencias es la comparación con Colombia, país vecino que está ya en la recta final para ingresar a la organización que reúne a las 34 economías más desarrolladas del mundo (OCDE) y a la que –según reciente (y muy optimista) declaración del propio ministro Castilla– nuestro país podría aspirar a ingresar en el 2021.
En efecto, las explicaciones oficiales por las que la inversión privada –y el crecimiento– ha venido cayendo en el Perú en los últimos años (cambiando las recientes cifras de dos dígitos por cifras en rojo este año) ponen el acento en los factores externos – básicamente los precios de nuestras exportaciones–. Por otro lado, estas mismas explicaciones sostienen que países de la región que, como Colombia, son también primario-exportadores y, sin embargo, han continuado viendo subir su inversión y su crecimiento, han tenido esta suerte básicamente porque su canasta exportadora está formada por productos diferentes a los de los nuestros.
Lo que esta explicación ignora, no obstante, son todas las reformas que viene tomando Colombia para facilitar la inversión, mientras que el Perú continúa navegando, con pocas excepciones, con el famoso piloto automático que tenemos desde los noventa en lo que toca este tema. Por ejemplo, mientras firmábamos TLC para eliminar aranceles, hacíamos crecer las demás barreras que existen para nuestras importaciones (permisos, licencias, normas técnicas y sanitarias). Tanto así que el costo de estas últimas equivale a nueve veces de lo que se tendría que pagar por concepto de aranceles para importar productos al Perú si no existiesen estos TLC. Es decir, el piloto automático funciona también para la constante multiplicación de permisos y trámites que, casi por inercia, realizan nuestras múltiples entidades estatales.
Por otra parte, no es el caso, pese a lo que se dice incesantemente, que el mencionado piloto automático nos conduzca dentro de los márgenes de una economía “ultraliberal”. Nuestra economía nunca ha podido salir de la categoría de las economías “moderadamente libres” del ránking de libertad económica de la Fundación Heritage (en el que incluso hoy figuramos nueve puestos por detrás del Uruguay del presidente José Mujica). Algo que no debería sorprender si tomamos en cuenta, por citar solo algunos ejemplos, que tenemos uno de los 20 regímenes laborales más rígidos del planeta, una tasa del impuesto a la renta corporativo que está diez puntos por encima del promedio de los países de la OCDE y una ineficiencia burocrática que –según el Índice de Competitividad Global– es el principal obstáculo que afronta la inversión en el Perú.
Entonces, mientras navegábamos con este, además de mediocre, cada vez más refrenado piloto automático, ¿qué hacía Colombia? Colombia implementaba una serie de audaces reformas para facilitar la inversión: bajaba el impuesto a la renta corporativo del 33% al 25%; eliminaba costos no salariales del trabajo, eximiendo a las personas jurídicas de una serie de aportaciones, y recortaba sistemáticamente regulaciones administrativas sin sentido para la apertura de empresas, la obtención de permisos de construcción, el registro de propiedad y el pago de impuestos, entre otros criterios, logrando cerrar el 2013 con una inversión extranjera de US$128 mil millones (frente a los US$76 mil millones obtenidos por el Perú).
El ministro Castilla ha dicho que “a partir de este año” empezará “un gran esfuerzo” para poner al país en verdadero camino a la OCDE. Enhorabuena por ello. Siempre, claro, que ese gran esfuerzo comience por un buen diagnóstico sobre lo que le ha pasado a nuestra economía. Por reconocer, por ejemplo, que lo que explica las diferentes suertes que últimamente están teniendo las economías del Perú y Colombia no es solo lo que tiene Colombia que no tiene el Perú: productos de exportación que han mantenido mejor sus precios. Es también lo que tiene el Perú que no tiene Colombia: un piloto automático.